martes, 28 de julio de 2015

Yo que Felipe no estaría tranquilo / Jaime Peñafiel *

Y no lo estará. Nunca, hasta ahora, desde que la forma de Estado en España es la  Monarquía, se había atacado, de forma tan directa, como se está haciendo. No creo le tranquilicen las encuestas que, como se está viendo, no responden a la realidad. Al menos, en la izquierda. Y ya lo dijo “el coletas” cuando declaró, cínicamente,  que no se convive en democracia con un rey o una reina. Y que Felipe,  si quiere seguir siendo Jefe de Estado, que se presente a unas elecciones. Ganas de decir tonterías.

De Norte al Sur del país, se está extendiendo el ataque a los símbolos de la Monarquía. Empezó el alcalde de Cádiz, Jose María González “Kichi”, sustituyendo el retrato del Rey por el de un alcalde anarquista, durante la I República. Le siguió la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, retirando el busto de don Juan Carlos del Salón de Plenos del Ayuntamiento, de una forma desagradablemente ostensible, con luz y taquígrafos.

En Zaragoza, se sustituyó el nombre que Felipe daba a un pabellón deportivo por el de un entrenador. En la localidad barcelonesa de Montcada, también el retrato del actual Rey para sustituirlo por una imagen de la localidad. Y en el municipio orensano de Arrua, la alcaldesa, María Albert, retiró dos fotografías del Rey en cuanto tomó posesión. Como la alcaldesa de Moaña, Leticia Santos, quitó el retrato del Rey para sustituirlo por la fotografía de Castelao, padre del nacionalismo gallego. La lista es interminable porque el efecto Colau se ha extendido por toda España.

Sabíamos que España era una Monarquía sin monárquicos. Con millones de juancarlistas. Pero no sabíamos que la Institución tenía tantos enemigos y tantos detractores.

Lo peor, está todavía por llegar. La coordinadora 25S, ya ha comenzado la campaña para derribar a la Monarquía, haciendo suya la convocatoria de la llamada Junta Estatal Republicana, para la manifestación que se celebrará el 28 de septiembre, coincidiendo con el fin de semana de las elecciones catalanas, bajo el lema “Monarquía no es democracia, es dictadura y corrupción”.

Pablo Echenique, secretario general de Podemos en Aragón y, desde su silla de ruedas, ha asegurado que “cada territorio o ciudad tiene que pensar que símbolos le mueven y representan y actuar en consecuencia”. ¡Toma ya!

No les vale a muchos que la vicepresidenta, Soraya Sáez de Santamaría, exija respeto a la Ley. La ignoran como “un gesto de normalidad, madurez e higiene democrática” ya que “la figura de Felipe representa una institución antidemocrática y anacrónica”.

Hasta ahora, diez o doce han sido las visitas de Felipe a Cataluña. En todas ellas se ha esforzado en caer bien hablando catalán. Independiente de que no sirve de mucho, tampoco es necesario. Como no lo fue hablar en francés en su comparecencia ante la Asamblea Nacional francesa el 3 de junio pasado. Todos los Jefes de Estado del mundo, en sus comparecencias a este nivel, utilizan su idioma. Todos sabemos que habla un magnífico inglés y un aceptable francés, pero él es el representante del Estado español. Son detalles que no debe olvidar.

Si un día deja de ser Rey, al menos que lo haga consciente de que siempre fue un soberano lleno de dignidad, sin gestos a la galería que jamás agradecerá nadie.

Mucho me temo que la cuenta atrás de la Monarquía puede, si Dios y Felipe no lo remedian, haber comenzado ya. Yo que él no estaría tranquilo.

Una pregunta: cuando Letizia se casó con Felipe, ¿pensó, en algún momento, en todo lo que está pasando y puede pasar? A lo peor, no iba a ser un camino de rosas, como muchos piensan. ¿También los republicanos de su familia?

Nada de esto sucedió durante los 40 años del rey Juan Carlos. Sería bueno no olvidarlo.


(*) Periodista