domingo, 27 de diciembre de 2015

La Corona necesita más biblioteca / Francisco Poveda *

La Corona es símbolo de unidad y permanencia del Estado y, según la vigente Constitución española, arbitra y modera el funcionamiento regular de las Instituciones. El Rey jura guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes así como respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas. Pero además, la Constitución debe establecer una sociedad democrática avanzada en nuestro país, según los padres de la Patria que la consensuaron y redactaron para su aprobación en su momento por las Cortes Generales ya democráticas.
A partir de lo anterior, la sensación al menos de las burguesias periféricas ilustradas y empleadas en el tercer sector o el terciario avanzado es que Felipe VI ha perdido una gran oportunidad con ocasión de su segundo mensaje de Nochebuena a todos los españoles por no asumir el necesario liderazgo en un país inserto en la incertidumbre tras las elecciones del 20D y sometido de nuevo a tensiones territoriales, en presencia y en potencia, que requieren de inteligentes fórmulas flexibles y variadas que conjuren rupturas unilaterales de efecto inducido acumulativo en Galicia, País Vasco, Navarra y Cataluña para seguir casi seguro por Valencia y Baleares sin descartar concluir con Aragón y Canarias.
Por el bien de la Corona y del futuro de España, el contraste de pareceres sobre la forma y fondo de ese mensaje navideño debe servir de elemento de reflexión y análisis sobre el momento del proceso de todos los españoles hacia el objetivo constitucional de esa sociedad avanzada que el entorno del monarca en la Casa Real, o no parece tener claro del todo, o teme que lleve aparejado el cuestionamiento serio de la utilidad de la institución monárquica por incapacidad de adaptación del régimen del 78 a la tan diferente España del entrado siglo XXI.
Y, efectivamente, desde científicas convicciones monárquicas modernas en mi condición de castellano mediterráneo, me inclino porque eso sea así en tiempos tan utilitaristas por radicales, lo que no legitima que esta vez Felipe VI haya pensado más en conservar su testa coronada, algo importante para la continuidad de su dinastía, que en la urgencia del momento para España, que no pasa ni por la rigidez de posicionamientos personales u oligárquicos ni por el quebradizo dogmatismo constitucional, por lo que se juega en este envite la propia Corona si muestra una actitud de intransigencia e inmutabilidad. 
Y ese mensaje, a mi juicio, sí pone en riesgo a la monarquía al adolecer del más mínimo pensamiento estratégico por sus ideólogos y/o redactores palaciegos al considerarlos como equivocados en nuestro particular trance histórico. ¿Creía asi Felipe VI defenderse mejor de quienes claman un cambio de régimen o de quienes lo desean y no lo dicen desde dentro? ¿Quién o quienes son los que miran hacia atrás? Seamos serios porque nos jugamos mucho todos.
Creo que en La Zarzuela existe una excelente bodega para atender a los relevantes invitados que la frecuentan pero también tengo entendido que la biblioteca personal del monarca es muy exigua pese al impagable asesoramiento docto de la profesora Carmen Iglesias desde niño al actual rey de España. Poner los libros, para empezar, a la altura de la cantidad y calidad de esas botellas sería un acertado primer paso hacia la verdadera excelencia para evitar a la Familia Real cometer más errores de bulto por déficit de cultura general política e histórica.
Porque todas las revoluciones burguesas que en el Mundo han sido a partir de la Ilustración, desde la inglesa de Cromwell en 1648 hasta la americana de George Washington en 1763, pasando por la francesa de Robespierre en 1789, son producto de la falta de perspectiva de los luego perdedores por recluirse a la defensiva en sus viejas posiciones, lo que cargó de razones a quienes a fuer de pedir y no ser atendidos, optaron por abandonar a su suerte lo que ya no servía a sus sociedades respectivas en diferentes pero secuenciales momentos históricos.
Es preocupante, además, que el tradicional mensaje real sólo lo viesen esta vez  6,6 millones de espectadores cuando el pasado año fueron 8,2, lo que denota pérdida de interés en lo que pueda decir o plantear el actual Jefe del Estado pese a los momentos tan complejos por los que atraviesa España. No es ninguna buena señal, pienso, esa falta de confianza en las capacidades del mando como muy bien entiende Felipe de Borbón y Grecia en su calidad de militar de profesión. Y aquí se detecta, creo, otro fallo de información de calidad sobre el estado general de la Opinión Pública y como se percibe en la calle la Monarquía en su papel añadido de catalizadora hacia el Gobierno de turno de los principales anhelos sociales de gran parte de los españoles.
La neutralidad de la Corona está implícita en la Constitución pero le queda margen de maniobra hacia la no beligerancia que conlleva asumir el liderazgo en momentos tan excepcionales como los que estamos viviendo para evitar así un vacío espiritual de poder que impida una deriva como la ya experimentada en la I República española de 1873 en plena emancipación de nuestras colonias americanas, comenzando por Méjico y Argentina primero, y terminando con Filipinas, Cuba y Puerto Rico después, en el desastre nacional de 1898.
Mirar, pues, al pasado no tan idílico para no reconocer la quiebra del presente y hablar de cohesión nacional obviando su sustrato de cohesión social, concluye en un discurso agotado por muy oido desde los tiempos de Franco y suena a un patrioterismo cuartelero que no casa para nada con lo que se esperaba del paso del entonces Príncipe de Asturias por la prestigiosa universidad norteamericana de Georgetown, en Washington.
No se entiende, en consecuencia, que Felipe VI no reconozca en público el reto del cambio hasta decepcionar a la España más vigorosa aunque reciba el aplauso de la subvencionada y menos competitiva, acomodada por propio interés al actual estado de cosas, que vocifera a favor de una unidad y no por otra más justa por una mal entendida solidaridad nacional. Una oportunidad perdida, pues, de demostrar la utilidad de la Corona en semejante coyuntura si el discurso hubiese sido otro o no le hubiese sido impuesto desde La Moncloa, lo que tiene todos los visos.
Porque el Rey pareció apostar por una opción centralista al negar la actual realidad del Estado, donde coexisten varios sentimientos de españolidad, al cerrar el paso a una situación federal que pueda sintetizar la hoy innegable diversidad en una nueva organización política.
Si Felipe VI buscó una neutralidad formal pudo cosechar el efecto contrario creyendo así alinearse con la mayoría sin tener en cuenta que el cambio generacional afecta a todo el territorio y que quedar confinado en la España anterior alimenta la sensación, sino el convencimiento de los jóvenes, de irrelevancia práctica de la Monarquía como herramienta de salida de la situación hacia un futuro mucho más prometedor. 
¿Qué quería decir el monarca al hablar de pluralidad política pero no territorial; ser sensibles con el rigor, la rectitud y la integridad; cuáles son los intereses generales de España, los de quien; a qué compromiso ético, y de quién, se refería; qué es y cómo entiende él esa comunidad de afectos e intereses que mencionó? Basar un discurso en lugares comunes y muletillas innecesarias, para no decir nada en el fondo, y sin la más mínima alusión a la inaplazable reforma constitucional, no es desde luego defender de la mejor manera y prestigiar a su dinastía porque en lo que se va a desembocar, al final, es en un nuevo por inevitable proceso constituyente más pronto que tarde. 
Queda la duda de si, a partir de ahora, Felipe VI asume más democracia para resolver la crisis territorial apuntalando la tan cacareada unidad desde la diversidad, sensatez, prudencia y naturalidad en vez de disfrazarse de pompa y solemnidad, como otro error añadido más. Porque si, en vez de la unidad, la Monarquía simboliza la unicidad y queda reducida a un mal menor que sobrevive ante la desconfianza que suscita una república en manos de otros mangantes, ese riesgo de poder prescindir de ella en cualquier momento tampoco desaparece si deviene en irrelevante para el sentir del pueblo. Quizá ahí radique el miedo de la 'nomenklatura' a un referendum sobre la forma de Estado que, por otra parte, daría estabilidad por legitimidad a la Monarquía de resultar a su favor casi con toda seguridad de no seguir empeorando las cosas.
Desde Cataluña se le reprocha al Rey falta de sensibilidad con siete millones de catalanes por alejado de la ciudadanía desde una monarquía que entienden uninacional y unilingüistica y al que se le pide no ahogar los anhelos democráticos de una minoría que no puede imponerse.
Es de manual que la unidad de España que todos queremos no se asegura ignorando las pretensiones legítimas y democráticas de una parte significativa de españoles que no viven a gusto o cómodos en la actual construcción después de 37 años y plantean reformas para evitar mudarse. La incapacidad de la clase política para encauzar la situación no debe arrastrar nunca al Jefe del Estado ni obligarle a lanzar un bumeran contra esos nacionalistas minoritarios, que también son españoles, con el fin de arrojarles a las tinieblas para esconder el problema que no saben o no quieren resolver otros, hasta poner en un brete a Felipe VI.
Esta claro que el monarca se dejó, hasta aparecer como lo que nunca debe ser, y dar lugar a que se le reprochase dar lecciones de democracia sin haber sido elegido tras la desgranada retahila de obviedades y mitos, que ya no responden a realidad actual alguna, desde una sensación de aparente intransigencia por su parte, que conducía a destilar un mensaje negativo y pesimista sobre la suerte del Estado.
Las recientes elecciones generales las han ganado en su conjunto la izquierda y los nacionalistas, lo que presenta otra oportunidad para buscar un nuevo consenso en pos de la reforma constitucional desde el liderazgo que se le debe exigir a un monarca reinante por mucha inseguridad jurídica por inconcreción que rodee su sucesión y otros aspectos clave de su función arbitral y moderadora. 
Por eso el joven rey no apareció en televisión y radio como un líder y, por contra, sí como mensajero de terceros machacando sobre la unidad -¿contra quién?-, el interés general como vago concepto que no describió; sin menciones al papel disolvente de la corrupción y a sus principales víctimas: niños, mayores y los jóvenes, a quien se ha tratado de robar el futuro, y todo en un escenario, más de autoridad que el familiar propio de estas fechas, y como paralizado en torno al régimen del 78. Todo un paso atrás respecto al tampoco brillante mensaje de 2014 grabado aquella vez en su hogar de Zarzuela.
Un miembro del innegable cambio generacional escenificado en el 15M, como es el líder izquierdista Alberto Garzón, ha tenido que venir a resaltar la falta de conexión de Felipe VI con su pueblo y sus problemas cotidianos al hacer inaceptable esta Nochebuena el discurso de la derecha más antigua sobre una supuesta recuperación económica que casi nadie dice notar.
El Jefe del Estado no habló de reformas cuando muchos españoles lo esperaban ante la necesidad de deconstruir lo tornado en inútil para la mayoría para, a partir de ahí, construir una nuevo país en el que todos los pueblos de España estén dispuestos a vivir sin indecentes y sin indecencias. Tome nota don Felipe y lea estos días alguna de las suertes de sus antecesores en los siglos XIX y XX, y por qué, para cambiar de rumbo antes de que la dinámica histórica termine en un nuevo desastre por fragilidad adquirida.

 (*) Periodista y profesor

sábado, 26 de diciembre de 2015

Catalanes califican al Rey de España como "decepcionante" e "indecente"

MADRID.-Los partidos independentistas catalanes calificaron de "decepcionante" e "indecente" el discurso navideño del rey Felipe VI.En su segundo discurso de Navidad como rey, Felipe VI dedicó buena parte de sus palabras a apelar a la unidad de España.

    El discurso del rey tuvo "un guión decepcionante" al apelar "únicamente a la unidad de España", criticó hoy el coordinador general de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), Josep Rull.
    El presidente regional catalán, el independentista Artur Mas, declaró que le habría gustado por parte del rey "notar más sensibilidad hacia los derechos de los catalanes. No puede ser que la mayoría utilice sus fuerzas para ahogar los anhelos de una minoría", añadió.
    Mas, que promovió la declaración independentista aprobada el mes pasado en el parlamento catalán, consideró que "el problema es que España no reconoce la realidad plurinacional". Gabriel Rufían, de Esquerra republicana de Cataluña (ERC), que votó a favor de la declaración independentista, consideró "indecente" que el rey dé "lecciones de democracia".
    Ayer, declaró, "se produjo una imagen indecente del rey dando lecciones de democracia en el salón de un palacio más grande que la mayoría de las casas de las personas que dice representar".
    ERC, añadió, seguirá "trabajando para conformar la futura república catalana, que es lo que la gente ha votado; al rey no lo ha votado nadie". El monarca pronunció por primera vez el discurso en el Palacio Real, donde la familia real celebra actos de Estado, como "símbolo de nuestra historia".
    El rey Juan Carlos siempre ofreció el discurso de Nochebuena desde su residencia, el Palacio de la Zarzuela, al igual que Felipe VI el año pasado.
    En su discurso, el rey dijo en referencia al proyecto independentista de Cataluña, a la que no nombró, que "la ruptura de la ley, la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles (…) es un error de nuestro pasado que no debemos volver a cometer".
    "Quiero reiterar un mensaje de serenidad, de tranquilidad y confianza en la unidad y continuidad de España", añadió.
    El monarca también se refirió a la situación inédita en España que ha provocado las elecciones del pasado domingo, que obliga a los partidos a buscar pactos para formar gobierno al no haber salido de las urnas ninguna mayoría clara. "La pluralidad política (…) conlleva una forma de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso, con la finalidad de tomar las mejores decisiones que resuelvan los problemas de los ciudadanos", dijo el rey. 
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, escribió sobre el mensaje del rey: "Lo que comparto: España es diversa y plural. Lo que me falta: paro (desocupación), desigualdad, un país con su gente y sin corrupción". En su editorial de hoy titulado "Un rey (muy) prudente", el diario El País escribe que "echó en falta una alusión directa" al caso de corrupción por el que su hermana, la infanta Cristina, se sentará en el banquillo de los acusados el 11 de enero. En su discurso el monarca se refirió a la corrupción sin citarla pidiendo que las instituciones "sean sensibles con las demandas de rigor, rectitud e integridad que exigen los ciudadanos para la vida pública". Albert Rivera, líder de Ciudadanos (centrista), cuarta fuerza política tras las elecciones del pasado domingo, dijo que comparte con el rey "la necesidad de diálogo, reformas democráticas, unión y responsabilidad en esta nueva etapa de la democracia española".
    El Partido Popular (PP) del presidente en funciones, Mariano Rajoy, aplaudió el mensaje del rey, que calificó de "histórico", porque "son históricos los días que atraviesa nuestro país", afirmó la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal.
    "La unidad, el consenso y la estabilidad son los pilares básicos de nuestra democracia, y el rey lo destacó muy bien al afirmar que nuestro camino es el del entendimiento y la concordia", agregó Cospedal.
    El líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, criticó que "el escenario elegido fue pomposo y rancio y contrasta con el mensaje de austeridad que tiene que soportar la sociedad". El rey iniciará dentro de unas semanas la fase de consultas con los principales líderes políticos y deberá designar al candidato para ser investido presidente del gobierno.


jueves, 24 de diciembre de 2015

El rey Felipe VI pide a los partidos entendimiento y garantiza la unidad de España


MADRID.- El Rey Felipe VI ha pedido hoy a los partidos políticos que actúen con sentido del deber, responsabilidad y voluntad de entendimiento y concertación, al servicio del interés general de los españoles, y ha garantizado la unidad de España frente a rupturas de la ley e imposiciones de unos sobre otros.

Pocos días después de unas elecciones generales que dibujan un escenario complejo para la formación de gobierno, Felipe VI, en el segundo mensaje de Navidad de su reinado, ha recordado que "la pluralidad política expresada en las urnas aporta sin duda visiones y perspectivas diferentes; y conlleva una forma de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso".
La finalidad debe ser "tomar las mejores decisiones que resuelvan los problemas de los ciudadanos", porque "ahora, lo que nos debe importar a todos, ante todo, es España y el interés general de los españoles", ha reafirmado.
"Los españoles nunca nos hemos rendido ante las dificultades, que han sido grandes, y siempre las hemos vencido", ha proclamado para reforzar sus palabras de confianza en el futuro de España, antes de destacar que "hace décadas, el pueblo español decidió, de una vez por todas y para siempre, darse la mano y no la espalda".
"Hagámoslo con toda la fuerza y la confianza de quienes estamos orgullosos -con razón- de lo que hemos conseguido juntos y, sobre todo, de lo que juntos vamos a conseguir", ha añadido.
Don Felipe ha apelado así a la responsabilidad y a la voluntad de entendimiento de los partidos, porque la nueva legislatura requiere "asegurar y consolidar" lo ya logrado en las ultimas décadas, adecuar el "progreso político a la realidad de la sociedad de hoy" y contar con "unas instituciones dinámicas" y sensibles a "las demandas de rigor, rectitud e integridad que exigen los ciudadanos".
El jefe del Estado ha transmitido un mensaje de "esperanza en que la reflexión serena, el contraste sincero y leal de las opiniones" y el respeto tanto a la Historia de España como a la "íntima comunidad de afectos e intereses entre todos los españoles" alimenten la vigencia del mejor "espíritu constitucional".
La defensa de la Carta Magna ha sido una de las constantes de la alocución de Nochebuena del Rey y ha centrado su llamamiento a la "serenidad" y "confianza en la unidad y continuidad de España", frente a los intentos de "ruptura de la ley" y de imponer una idea o un proyecto "sobre la voluntad de los demás españoles", que solo conducen a "la decadencia, el empobrecimiento y el aislamiento".
Sin aludir expresamente al desafío independentista en Cataluña, Felipe VI ha subrayado: "Vivimos tiempos en los que es más necesario que nunca reconocernos en todo lo que nos une", poner en valor "todo lo que hemos construido juntos" con "grandes sacrificios", con "generosidad y entrega", y "ensalzar todo lo que somos, lo que nos hace ser y sentirnos españoles".
España es "un gran Estado, cuya solidez se basa hoy en unos mismos valores constitucionales" y "unas reglas comunes de convivencia", y que "reconoce nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones", ha argumentado, antes de instar a fortalecer la "cohesión nacional".
Don Felipe tampoco ha dejado de recordar que la mejora de la economía "es una prioridad para todos", por lo que ha reclamado un "crecimiento económico sostenido" que favorezca la creación de "empleo digno", que "fortalezca los servicios públicos esenciales, como la sanidad y la educación", y que "permita reducir las desigualdades, acentuadas por la dureza de la crisis".
Y, entre los grandes desafíos internacionales que exigen una España fuerte, unida y leal "a sus compromisos con sus socios y aliados", ha destacado el drama de los refugiados que huyen de la guerra y el de los migrantes "acosados por la pobreza", así como el terrorismo, punto en el que ha expresado su "indignación y horror" ante atentados recientes como los de París o Kabul.
"España" y "españoles" son las palabras más repetidas y enfatizadas entre las 1.646 que ha contenido esta alocución de Felipe VI, en la que también han destacado los términos y conceptos "entendimiento", "convivencia", "diálogo", "compromiso", "juntos", voluntad", "pueblo", "plural", "Constitución-constitucional" e "Historia-hoy-futuro".
Para reforzar visualmente el llamamiento a preservar una España próspera y unida, este comparecencia televisiva anual ha sido grabada por vez primera en el Palacio Real, donde el Salón del Trono ha servido de escenario a un mensaje que ha durado 12 minutos y 58 segundos, himno nacional incluido, y en el que el Rey se ha dirigido a los españoles acompañado únicamente por una bandera nacional.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Nochebuenas no tan buenas / Jaime Peñafiel *

Durante la España católica, apostólica y romana, la Familia Real celebraba la Navidad dentro del espíritu cristiano imperante.

Se empezaba por instalar no el árbol, que era de países protestantes, sino el Belén, en uno de los salones de La Zarzuela con figuritas de Patrimonio.

La Nochebuena era tan familiar que a la mesa se sentaban la Familia, con mayúscula: Don Juan Carlos, Doña Sofía, sus tres hijos, la condesa de Barcelona, las infantas Pilar y Margarita con sus respectivos maridos e hijos. También los familiares y hasta algún pariente. A veces, venían los griegos. Casi medio centenar a la mesa.

Luego se incrementó con la llegada de los yernos primeros y la nuera después. Eran tantos que las cenas se servían por el sistema de bufet, sobre todo para que el servicio, que en esto el Rey era muy mirado, pudiera celebrar también la Nochebuena en familia. Y así se mantuvo durante años. Incluso cuando las relaciones de los Reyes no eran tan afectivas, que no lo fueron nunca.

Pero, en la Navidad del 2001, una tragedia, el ictus de Jaime Marichalar golpeó a la Familia Real, la víspera de Nochebuena. Sobre todo a la infanta Elena y a sus hijos Froilán y Victoria Federica.

A pesar de ello, fue decisión de la reina Sofía que todos se sentaran a la mesa esa noche, no tan buena sino tan dramática.

Todos menos la infanta Elena. No se separó ni un solo momento de la mampara de cristal de la UVI en la que el duque de Lugo luchaba por no morir. Aunque esa noche del 2001 se temió por su vida, hasta el extremo de avisar a su madre, la condesa de Ripalda, que acudiera al Gregorio Marañón. Pensaron que no vería la luz del día.

El año anterior, fallecía, el 3 de enero, la condesa de Barcelona. Sucedió mientras toda la Familia Real en pleno había despedido el año en “La Mareta”, la residencia de Patrimonio en Lanzarote.

Años después, se produjo la diáspora familiar: primero con el divorcio de Elena y posteriormente Cristina e Iñaki fueron apartados por corrupción de la familia que ya no fue nunca más lo que era.

Hasta Felipe prefirió pasar, desde entonces, esa Nochebuena con la familia de su mujer, los Ortiz Rocasolano. En el 2014, la infanta Pilar intentó lo imposible: reunirles en su casa de Puerta de Hierro. Sobre todo, que los Reyes cenaran juntos.

En Zarzuela solo quedan ya tres personas: Don Juan Carlos y Doña Sofía que ni se ven y cuando se ven ni se hablan y la princesa Irene, hermana y paño de lágrimas de la Reina emérita.

La infanta Elena es ese verso suelto que va y que viene intentando, sin conseguirlo, que la Familia Real sea ya lo que es imposible.

Este año no será diferente. Felipe y Letizia con los suyos. Doña Sofía con su hermana y Don Juan Carlos, con nadie.

Hoy sólo una incógnita. ¿Cuál habrá sido el contenido del mensaje navideño grabado por Felipe el lunes, en medio de una situación políticamente caótica, como no la ha habido nunca desde 1975? Ni tan siquiera el 23F que no fue un golpe contra el Rey sino con el Rey, digámoslo ya.

Nadie duda de la voluntad de Felipe, un hombre bueno sin esfuerzo pero sin el carisma de su padre, el rey Juan Carlos. ¿Qué podrá decir a los españoles en esta Nochebuena? La más triste, complicada y peligrosa de toda la democracia. Que Dios nos ampare.

(*) Periodista