viernes, 26 de diciembre de 2014

Don Juan Carlos habla por primera vez de cómo se gestó y se llevó a cabo su histórica abdicación


MADRID.- «Nos vamos, ¿no? Se lo preguntó dos veces, como si necesitara reafirmar el permiso para marcharse. Su hijo hizo un gesto de asentimiento. Él giró su cuerpo maltrecho, castigado por los años, dolido a causa de los accidentes, la cadera tantas veces rota y las 'visitas al taller', y entró en la penumbra del palacio, que era la penumbra de la historia. Se apoyó en su bastón y se desvaneció tras aquella puerta que daba al balcón de la plaza de Oriente». 

Estas frases, que reproducen la escena de la nueva Familia Real saludando al completo en el Palacio Real el pasado 19 de junio, son una pequeña parte del extracto en exclusiva del libro 'Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar', que lleva la firma del periodista Fernando Ónega.


Esta es la primera vez que don Juan Carlos habla tras su abdicación del pasado 18 de junio -un día antes de la proclamación de Felipe VI como Rey de España-. Hasta la fecha, en estos seis meses, se ha escuchado a quien fuera durante casi cuatro décadas jefe de Estado breves declaraciones que no han ido más allá de «estoy bien», «encantado de volver a veros» o, como mucho, lo bien que creía que lo estaba haciendo su hijo en el estreno del reinado.
Pero nunca se ha llegado a saber qué pasó por la mente de don Juan Carlos tras firmar su abdicación. Hasta ahora. «Fueron sentimientos contradictorios: el dolor de la despedida y el orgullo; la pena de pensar que me retiro y el orgullo de un padre de ver a su hijo allí», le desveló don Juan Carlos a Fernando Ónega en las cuatro horas de diálogo que mantuvieron en Zarzuela, en la que supuso la última entrevista del Rey emérito en el despacho que ocupó durante 39 años, antes de cedérselo a su hijo y trasladar su mesa de trabajo al Palacio Real.
En la exclusiva se descubre cómo y cuándo se gestó la abdicación, quiénes participaron y a quiénes se hizo partícipe de ella e, incluso, por qué tuvo que adelantarse el anuncio al 2 de junio respecto a la fecha inicialmente prevista: había dos personas «ajenas a los trabajos» que conocían o intuían lo que iba a suceder.
Se temió por su vida
Don Juan Carlos explica por qué los dos momentos fundamentales de su vida son cuando Franco lo designó «sucesor a título de rey» y el intento de golpe de Estado del 23F, del que aporta opiniones hasta ahora desconocidas.
¿Qué le quitaba el sueño a don Juan Carlos en los primeros años de reinado? ¿Por qué se llegó a temer por la vida del Rey antes de su última operación de cadera? ¿Cómo es la actual vida del monarca emérito? Son preguntas con respuesta en la crónica de la abdicación.


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El próximo 2 de enero ve la luz el libro Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar (Editorial Plaza & Janés, 2015), un nuevo trabajo del periodista Fernando Ónega en el que presenta su particular crónica sobre el reinado de Juan Carlos I, y que cuenta con el primer testimonio exclusivo del monarca tras su abdicación el pasado 19 de junio de 2014. Don Juan Carlos ponía fin a su reinado dejando tras de sí una vida dedicada a la consolidación de la monarquía y la democracia en España. Cuarenta años después de su llegada al trono, este libro hace balance de su reinado apoyándose en los recuerdos de aquellos que lo conocieron y trataron de cerca: Aznar, Zapatero, Rubalcaba, Leguina, Pujol o Ardanza, colaboradores de la Casa Real y periodistas, sin olvidar a las jóvenes generaciones representadas por Pablo Iglesias o Alberto Garzón. Libro necesario, sobre todo ahora que los cimientos de la Transición parecen tambalearse bajo el empuje de una nueva generación que no reconoce la importancia de su labor al frente de la corona. Fernando Ónega aborda la difícil tarea de retratar al hombre tantas veces retratado, y nos ofrece uno de sus perfiles más personales: el del hombre que pudo reinar.
Juan Carlos I se sincera con Fernando Ónega sobre muchos aspectos de su reinado, que van de lo sentimental a lo histórico. Rememora su infancia en España separado de su familia y bajo la tutela de Franco; la incertidumbre de los primeros años; la inquietud ante la posibilidad de enfrentarse a una petición de condena a muerte antes de que esta pena fuese abolida por la Constitución; la emoción que sintió al recorrer por segunda vez el mismo camino que treinta y nueve años antes le había llevado al trono; o el orgullo de ceder la Corona a su querido hijo Felipe VI. También aprovecha para matizar algunas afirmaciones vertidas en los últimos tiempos acerca de su papel en el 23-F, habla de su relación casi fraternal con Armada, reconoce el momento exacto en que fue consciente de su traición y explica algunos detalles sobre el fallido golpe de Estado.
La figura de Juan Carlos I resume a la perfección las contradicciones del último siglo de historia de este país: nacido en el exilio en Roma durante la Guerra Civil, su ascensión al trono significó el regreso de esa «otra España» derrotada en el conflicto. Nombrado «sucesor a título de Rey» por Francisco Franco, sus primeros pasos sin la tutela del dictador estuvieron dirigidos a desmontar el franquismo que lo había aupado al poder. Y su firme apuesta por la democracia parlamentaria que limitaba sus poderes, consiguió irritar a ciertos sectores del ejército hasta el punto de llevar a cabo sucesivas conspiraciones en contra del rey al que habían jurado obediencia.
La abdicación y sus razones ocupan un lugar destacado en este libro: los afectos y desafectos de la Familia Real, el descenso de la popularidad del rey Juan Carlos I como consecuencia de los diversos escándalos, y la progresiva soledad en la que fue cayendo a raíz de estos problemas, que le llevaron a plantearse la abdicación en varias ocasiones desde 2010.
Fernando Ónega (Mosteiro, Lugo, 1947) ha trabajado en los diarios Arriba, Pueblo, Ya, Cinco Días, El Mundo y, actualmente, en La Voz de Galicia y La Vanguardia; agencias informativas (Pyresa, OTR Press, Fax Press); emisoras de radio (SER, COPE y actualmente Onda Cero) y cadenas de televisión (Telecinco, Antena 3 y actualmente TVE). Fue director de prensa de la Presidencia del Gobierno con Adolfo Suárez. Dirigió el equipo de la SER que retransmitió el golpe de estado del 23-F, el diario Ya, los servicios informativos de la SER y de la COPE y fue en dos ocasiones director general de Onda Cero. Cuando se le pide su currículo, Ónega suele responder: «Periodista y gallego, aunque no sé en qué orden. Lo demás es anecdótico». Entre esas anécdotas figura ser uno de los analistas políticos de más larga trayectoria y que desarrolló su trabajo en más medios. En 2013 publicó Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez, que fue un gran éxito de crítica y ventas.
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Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar.  Fernando Ónega.  Editorial Plaza & Janés, 2015.  360 páginas.  19,90 €

Felipe VI logró 1,6 millones más de espectadores que Don Juan Carlos

MADRID.- Los españoles tenían interés en escuchar el primer Mensaje de Navidad que les iba a dirigir Felipe VI. El discurso del nuevo Monarca, en el que pidió “cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción”, fue seguido de media por 1,6 millones más de personas que el último que realizó Don Juan Carlos, en la Nochebuena de 2013 y logró 13 puntos más de cuota de pantalla en esa franja horaria que su padre un año antes.

En concreto, los 12 minutos y 38 segundos de la intervención del Rey fueron seguidos por alguna de las 23 cadenas de televisión que lo emitieron en directo por 8.241.000 espectadores, lo que supuso el 73,4% de los españoles que en ese momento están conectados a algún programa televisivo. 
Los datos de audiencia colocan el mensaje de Don Felipe como el de mayor número de espectadores desde 2007, cuando el discurso de Don Juan Carlos logró una media de 8,3 millones, y también fue la mejor cuota de pantalla desde 2009.
El discurso de Felipe VI supuso así un punto de inflexión en la caída continuada de la audiencia de los últimos años para escuchar los mensajes navideños de Don Juan Carlos, que coincidió con los años de mayor desgaste en la imagen de la Corona. 
El número de espectadores cayó en casi dos millones de personas de 2008 a 2013 y ese último mensaje del padre del actual Monarca fue el menos seguido en quince años.

De no creerlo / Ramón Cotarelo *

Este debe de ser el tercer o cuarto apunte sobre el discurso del Rey que sube Palinuro. Su opinión ha quedado bastante clara: Felipe VI, Preparao, es más de lo mismo. Más y de lo mismo que su padre quien, luego de una vida regalada, disfruta de una jubilación de ensueño con unos buenos capitales que ha ahorrado como una hormiguita y de los que no da cuenta a nadie. 

Más y de lo mismo. Si acaso, más soso, con menos experiencia y algo más bobo, que ya era difícil y dicho sea con todos los respetos a la institución real antes de que venga el de la cachiporra con su Ley Mordaza a poner al pobre Palinuro una multa de 600 millones de denarios. Más soso, más bobo y con menos experiencia; nada que no pueda subsanarse con el tiempo en los próximos cuarenta años con que este joven Borbón pretende deleitar a su amado pueblo.

Además del estilo inconfundiblemente borbónico, el monarca ha recitado ce por be y punto por punto el discurso triunfalista que le ha apañado el presunto cobrador de sobresueldos, okupa de La Moncloa, sobre sus habituales patrañas: la corrupción es atosigante, sí; pero gracias a los esfuerzos del principal responsable político de esa misma corrupción, será erradicada sin contemplaciones. La crisis fue muy dura, pero ya es historia, gracias a la gestión de este gobierno todo él encomendado a la intercesión de la Virgen del Parto Feliz. 
Cataluña anda tonteando con la idea de la independencia pero la abandonará de inmediato cuando sepa cuán cara es al corazón del Rey y, sobre todo, cuánto la aman los gobernantes que anhelan "españolizar" a sus nens. La democracia está firme, rozagante y tranquila, como lo demuestra el proyecto de Ley Mordaza gracias a la cual nadie podrá elevar el tono de voz so pena de paliza policial, identificación de lo que quede y multa al canto a los despojos.

La única diferencia entre este discurso del Rey y la habitual farfolla del presidente es que el monarca no tiene que leer de los papeles. Lee en el teleprompter.

Para su gran pasmo Palinuro comprueba que la recepción del discurso real en los medios ha sido de alegría, contento y algazara. En los medios y en los partidos. Al parecer en todos. Probablemente no hemos escuchado el mismo discurso o sí lo hemos hecho, pero con distintos oídos. Lo cual debe tranquilizar a la Corona. Porque lo importante no son las indudables bobadas que Felipe soltó sino la capacidad de la miriada de intermediarios y comunicadores de convertirlas en profundas y oportunas reflexiones. Así se forma una opinión pública informada y crítica.

Cómo sería la cosa de abyecta en el juicio de las reales tonterías que el elemento más crítico fue un editorial de El País con el muy significativo título de Buen discurso, pero... , pero, vamos, que le faltaba alguna precisión sin mayor importancia. En el resto, al parecer, coincidencia de criterios. Según el mismo diario, todos los partidos, PP, PSOE, UPyD y hasta Podemos  aplauden el debut de Felipe VI
Parece que el único algo más crítico, atinadamente crítico, ha sido IU. Pues muy bien, damas y caballeros, que los dioses les conserven el juicio y la capacidad de entender a qué altura debe estar el discurso de un Jefe de Estado a la población y no las divagaciones del chico de los recados de un perillán que lleva tres años desgobernando el país y mintiendo a todo el mundo.
De no creerlo, pero cierto.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED