Hace tiempo que vengo criticando las reverencias a la Familia Real,
tanto en las audiencias como en las recepciones. No entiendo que una
fórmula de protocolo tan humillante para quien la hace e, incluso, para
quien la recibe, se siga manteniendo.
Pensaba que con la abdicación de don Juan Carlos
y el advenimiento del sucesor en la Jefatura del Estado, esta fórmula,
que no se contempla en el protocolo, se suprimiría, como gesto de
modernidad. Va a ser que no.
Como escribía en El Mundo mi estimada compañera Carmen
Remírez de Ganuza “desde la Casa del Rey se cuidan mucho los símbolos
dinásticos y no se abdica en absoluto de la reverencia”.
Nunca entenderé que la nieta de un taxista permitiera que una duquesa
de Alba se le arrodillara. Quien dice Cayetana dice cualquier dama de
la alta o baja sociedad de la que ella procede, o de antiguas compañeras
de profesión, afortunadamente no todas.
Sé que a muchas o a algunas señoras les agrada hacer el “plongeon”.
Como prueba y demostración de que han saludado a una reina aunque sea
consorte. Pienso que antes de acudir a Palacio, lo han ensayado una y
mil veces ante el espejo.
Lo peor, es que Letizia parece disfrutar tanto como ellas viéndolas
arrodilladas. Nunca se le ha visto un gesto que lo impidiera.
Siempre habrá quien diga que ella también se lo hacía a sus suegros.
La primera vez que la vi, casi arrodillada ante el rey, fue a la salida
del tanatorio, el día de la muerte de su hermana Erica. Sería bueno que
los lectores supieran que durante la ceremonia fúnebre, el rey había
sido insultado. “Quizá pidiendo disculpas por la escena, protagonizada
minutos antes por Antonio Vigo, el excompañero de la fallecida, Letizia
se arrodilló ante don Juan Carlos, en presencia de decenas de
fotógrafos”, según cuenta el primo David Rocasolano en su polémico
libro. Fue la primera y única vez que la he visto realizar tan acusada
reverencia.
Resulta curioso que sean las señoras del PP,
hay honrosas excepciones, las que gustan de las reverencias mientras
las de la izquierda se limitan a un respetuoso saludo. Que es lo
correcto. Lo otro, un ridículo y humillante servilismo, más propio de
monarquías absolutistas. Como la de Tailandia, en la que hay que
dirigirse al rey de rodillas. Incluso los generales. O besándole la mano
al sátrapa de Marruecos.
¡Desterremos de una puñetera vez esta cortesana costumbre! , tan humillante , sobre todo, para quien la realiza.