MADRID.- La jefatura de la Casa del Rey, tal y como estaba previsto, la ocupará Jaime Alfonsín, secretario del Príncipe de Asturias durante los últimos veinte años y por ese motivo hombre de su máxima confianza. El abogado sustituirá a partir de mañana martes al diplomático Rafael Spottorno Díaz-Caro tras ser designado por Felipe VI para ejercer esta responsabilidad.
«Es lo normal, es la persona que más conoce al Rey y que más tiempo
ha pasado con él», apuntan en el entorno del Monarca. A este abogado del
Estado gallego, de 59 años, le tocará remodelar la estructura de la
Casa conforme a las nuevas necesidades de la Familia Real, que ahora
está formada por tan sólo cuatro adultos (don Felipe, doña Letizia, Juan
Carlos y Doña Sofía) y dos niñas (la Princesa Leonor, quizá aún
demasiado pequeña para tener asignado un asistente, y su hermana Sofía).
En su mano estará también decidir si reserva algún papel para la
infanta Elena y si cesa o no a su actual secretario, Carlos García
Revenga, compartido con la infanta Cristina e igualmente imputado en el
'caso Nóos'. La lógica invita a pensar que lo hará. El propio Rey dejo
claro en su discurso de proclamación ante las Cortes Generales que
aspira a convertirse en un referente ético y que entre sus prioridades
está el que la Corona observe «una conducta íntegra, honesta y
transparente».
Lo cierto es que ya Spottorno, de alguna manera, le ha abierto el
camino. Al jefe saliente de la Casa del Rey le ha tocado en no pocas
ocasiones hacer de malo de la película para bregar con la crisis que
sacudía una institución peculiar en la que lo familiar se imbrica con
los asuntos de Estado. Fue él quien calificó de «no ejemplar», por
primera vez, la actuación de Urdangarin, quien comunicó a doña Cristina
que había que prescindir de ella en los actos oficiales porque su
presencia dañaba la imagen de la Corona y el que decidió enviar a la
infanta Elena a la tribuna de autoridades, junto a los representantes
políticos, y no al palco principal, en el desfile del 12 de octubre de
2012. Una decisión, como tantas, que le costó no pocos reproches en los
ambientes más monárquicos.
Estos han sido años de muchas transformaciones. Pasos que para muchos
han sido demasiado tímidos, como la publicación aún poco detallada del
presupuesto real, y para otros enormes (hasta 2011 se desconocía cuánto
cobraban el jefe del Estado y su heredero). Y, aún así, en Zarzuela
admiten que lo verdaderamente complejo era el cambio de Rey. «La
modernización es más fácil que la transición», apuntan. Lo era por
muchos motivos: un Monarca con enormes dudas sobre las consecuencias
institucionales, pero también personales, de su renuncia, tras casi 39
años de inviolabilidad; un ambiente político volátil en el que el
respaldo a los dos partidos mayoritarios que han sostenido la Corona
desde la Transición está en franco declive; la necesidad de guardar el
máximo secretismo y la inseguridad de crear un andamiaje jurídico que
garantizara un relevo ágil sin riesgo de reproche constitucional. Todo
eso se considera ahora superado.
«España no es un país cualquiera. Se ha preservado la dignidad del
Estado», defiende ahora un portavoz de La Zarzuela, que añade: «Todo
estaba pensado, no se ha improvisado nada».
Nacido en Lugo en 1956, Alfonsín se licenció en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y ejerció de abogado del Estado en varios organismos públicos.
Además, trabajó en Barclays Bank y en un importante bufete de abogados, Uría & Menéndez, además de dar clases en la Universidad, hasta que se incorporó a la Casa Real en diciembre de 1995.
Nacido en Lugo en 1956, Alfonsín se licenció en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y ejerció de abogado del Estado en varios organismos públicos.
Además, trabajó en Barclays Bank y en un importante bufete de abogados, Uría & Menéndez, además de dar clases en la Universidad, hasta que se incorporó a la Casa Real en diciembre de 1995.