sábado, 28 de diciembre de 2013

Regreso fallido del Rey, ensayo general para el Príncipe / Paula de las Heras

El Rey Juan Carlos contaba con hacer de 2013 el año de su retorno. Borrón y cuenta nueva. Pero no pudo ser. Después de haber arrancado enero con una declaración optimista que sonó a antídoto contra los rumores abdicación -"estoy en forma y con ilusión para seguir", dijo en TVE pocos días después de su 75º cumpleaños y con tres operaciones de cadera aún recientes a sus espaldas-, en marzo tuvo que regresar al quirófano para ser operado de una doble hernia discal y, cuando ya cantaba victoria tras el esforzado viaje a Marruecos de julio, la cadera izquierda, de la que había sido intervenido en noviembre 2012, volvió a darle problemas serios. En septiembre fue ingresado para la primera fase de un proceso quirúrgico que culminó dos meses después y aún pasarán varias semanas hasta que pueda andar normalmente. Sus sueños se desmoronaron.

Los problemas de salud del Monarca, que según aseguran en Zarzuela vuelve a estar fuerte y animoso, han hecho que el Príncipe de Asturias asuma cada vez más protagonismo. Ya lo tuvo en 2012 cuando por idénticos motivos su participación en actos oficiales casi dobló en número a la de don Juan Carlos. Se podría hablar casi de un ensayo general para el momento en el que le toque asumir la jefatura del Estado, aunque se trata de un ensayo con limitaciones porque, de acuerdo a la legislación vigente, las funciones del Rey son indelegables lo que significa que no puede ser sustituido por nadie para realizar aquellos actos considerados de Estado.

El heredero presidió así el primer desfile del 12 de octubre en el que su padre no pudo estar presente -aunque ni se le rindieron los mismos honores ni el himno nacional se tocó en su versión extendida, amén de otras diferencias de protocolo- pero no pudo ocupar el lugar de don Juan Carlos en la Cumbre Iberoamericana que tuvo lugar en Panamá a mediados de ese mismo mes, a pesar de lo cual viajó hasta el país centroamericano para participar en una serie de eventos paralelos. 

La situación ha obligado a la Casa del Rey a redoblar sus esfuerzos para negar que esto sea el preludio de una renuncia, no una sino varias veces. Tuvo que hacerlo cuando el primer secretario de los socialistas catalanes, Pere Navarro, rompió una especie de pacto no escrito entre la monarquía y las fuerzas políticas mayoritarias para abogar porque el Príncipe tome las riendas de una segunda transición. También tras las abdicaciones, este mismo año, de la reina Beatriz de Holanda y el rey Alberto II de Bélgica. Pero curiosamente cuando más se dispararon las alarmas fue en septiembre, precisamente el día que se anunció en una insólita rueda de prensa en el Palacio de la Zarzuela, la primera de la historia, que don Juan Carlos tenía una infección en la cadera y que se había llamado para tratarlo a una eminencia médica de la clínica estadounidense Mayo, el cirujano gallego Miguel Cabanela. 

El alboroto durante aquella jornada fue tal, hasta que finalmente hubo explicación oficial de lo que estaba ocurriendo, que el jefe de la Casa del Rey se vio obligado a asegurar que la abdicación nunca había estado sobre la mesa y que tampoco se había planteado la posibilidad de recurrir al jamás empleado artículo 59.2 de la Constitución, que señala al Príncipe heredero como regente en caso de que el Rey quede inhabilitado para el ejercicio de su autoridad, algo que, en todo caso, ha de ser reconocido por las Cortes Generales.

2013 se cierra ahora con el Monarca aún convaleciente y sin que se hayan disipado las dudas sobre su capacidad para poder seguir ejerciendo el cargo en plenitud de facultades. Todo en medio de una gravísima crisis de credibilidad que afecta a las instituciones democráticas españolas y de la que no ha podido inhibirse una Monarquía salpicada por el escándalo del 'caso Nóos'. El Rey ha dejado de ser intocable, aunque su figura sea irresponsable ante la Justicia. La prueba fue la reacción ante la cacería de Botsuana en 2012. Y, ya este año, el escrutinio sobre la herencia que recibió de don Juan en cuentas suizas y sobre cuyo pago de impuestos La Zarzuela es incapaz de responder.