jueves, 3 de octubre de 2013

La baja del Rey trae de cabeza a Margallo por su mayor daño colateral

MADRID.- Al margen de discursos y retóricas de este tipo de encuentros, la XXIII Cumbre Iberoamericana, que se celebrará en Panamá los próximos días 18 y 19 vivirá una excepcionalidad: la ausencia por vez primera del Rey. El nuevo percance en la salud de Don Juan Carlos, que no se había perdido ninguna edición desde 1991, lo hace imposible. Y el Gobierno de Mariano Rajoy asume el vacío de la figura real con mayor intranquilidad de la que aparenta.

Aun cuando el puesto vacío del Monarca será suplido por el presidente del Gobierno, a él le corresponderá desplegar todas sus capacidades ante los socios iberoamericanos, la figura del jefe del Estado español siempre ha sido respetada y valorada con un plus de liderazgo por la mayoría de las decenas de altos mandatarios que también acudirán a la cita. Al fin y al cabo, Don Juan Carlos encarna al más alto representante de la madre patria.

El objetivo político más importante será sin duda el de insistir en la solvencia de España y en su inminente salida de la recesión. América Latina representa a la postre el continente que concentra una mayor potencia inversora por y a su vez para España. En ese cometido de mandar un mensaje de confianza, nunca habría estado de más que Rajoy hubiera podido sumar la voz del Rey. Al contrario. El propio ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, ha reconocido -siempre en privado- sentirse preocupado por la ausencia de Don Juan Carlos.

La sola presencia del Monarca en Panamá hubiera bastado para garantizar una repercusión positiva de la reunión. El Rey siempre se ha caracterizado por desplegar una labor diplomática de primer orden, especialmente notable en momentos de mayor tensión entre España y algunos socios. Los buenos oficios de Don Juan Carlos se han demostrado esenciales incluso en conflictos entre países como Argentina y Uruguay cuando buscaron una salida a un conflicto a cuenta de la instalación de una planta de celulosa en la zona uruguaya del río de Uruguay.

Ahora Madrid tiene un objetivo inmediato: asegurar que la XXIII Cumbre Iberoamericana de Panamá se resienta lo menos posible del vacío que dejará Don Juan Carlos. Sobre todo cuando la economía dominará la reunión panameña de jefes de Estado y de Gobierno. De ahí la trascendencia que le da el Ejecutivo a la celebración del encuentro empresarial iberoamericano coincidiendo con la cita o a su deseo de regular las denominadas "migraciones circulares de talentos" para profesionales universitarios. Y es que España en estos momentos mira con esperanza hacia el otro lado del Atlántico para salir definitivamente del atolladero.