El Jaque al Rey dejó dos imágenes muy significativas. Una, Rubalcaba yendo a visitar al Monarca y haciendo unas declaraciones de gozoso cortesano,
feliz de que su señor natural se recupere del "incidente" y, con su
gran "fuerza de voluntad", pronto lo tengamos "perfectamente en forma".
Falta grande nos hace ¿verdad? Qué suerte, don Alfredo, y quiera Diana,
la diosa de la caza, que Su Majestad pueda incluso pegar algunos tiros
en la sabana africana. Si la forma no llega a tanto, siempre habrá un
gato montés por El Pardo a falta de oso borracho al que hacer la vida
insufrible. El cortesano y su monarca han hablado de todo, incluido el
derby, porque, ya se sabe, son dos hombres llanos, del pueblo.
Palinuro suele referirse a los dos partidos, PP y PSOE, como partidos dinásticos.
Podría parecer chocante, pero no lo es. Este acendrado monarquismo de
Rubalcaba tampoco es casual, sino la deliberada muestra de que el hombre
valora altamente la esencia de la transición: la restauración de la
Monarquía, que es lo que le mola. Partido dinástico, sostén de la
Corona. Designación correcta.
Mientras tanto, en las empapadas calles de Madrid, los perroflautas de
la coordinadora 25-S, el nombre actual de los sans-culottes,
pedían el fin de la Monarquía y un proceso constituyente. Unos 1.500
manifestantes que, con los elementos en contra, acabaron en doscientos,
sin poder acceder a la Plaza de Oriente cual era su intención, para
acampar indefinidamente. Los elementos fueron dos: el meteorológico de
una fuerte lluvia y la acción inadmisible, desaforada de la policía que
en todo momento hostigó a los manifestantes, retuvo autocares en los
accesos a Madrid, entró en las líneas de metro, cerró estaciones,
bloqueó calles, obligó a identificarse arbitrariamente a la gente,
retuvo a quienes quiso y, en fin, desplegó un operativo preventivo
intimidatorio desmesurado que infringió todas las normas sobre
libertades ciudadanas y ejercicio de derechos. Ayer, Madrid, fue la
capital de un Estado policial.
No es cuestión ahora de si salir a la calle a pedir el fin de la
Monarquía es correcto o no. Volveremos luego sobre ello. Sea o no sea
correcto el propósito, la reacción represiva, autoritaria, dictatorial
del gobierno no es de recibo. Pedir la República o un proceso
constituyente no puede ser un delito. ¿O sí? Sobre eso es sobre lo que
el PSOE debe hablar y pronunciarse. No sobre el derby y el estado de
salud del Rey. Hay más. El gobierno se permitió pedir a unos observadores extranjeros de la OSCE que ahuecaran el ala porque consideraba "anticonstitucional" la marcha de Jaque al Rey.
Nada de observadores; nada de testigos. Nunca se sabe cuándo van a
empezar los palos, la violencia, la brutalidad y no conviene tener
chismosos y fisgones en torno. Nadie va a darnos lecciones. Esta
monarquía bananera tiene su dignidad. Por lo demás, ¿quién es el
gobierno para decidir si una marcha es "anticonstitucional" o no?
Eso también requeriría un firme pronunciamiento del PSOE y quizá caiga
en la cuenta una vez se haya sacudido el evidente estado de arrobo en
que ha dejado la realeza a su secretario general, quien, para hacer ver
que es de izquierda, se presentó descorbatado, como si fuera Cayo Lara. A
lo mejor por eso sostiene Lara que el PSOE copia el discurso de IU.
Pero no hay afán. Como nos descuidemos, Rubalcaba termina felicitándose
del fracaso de la coordinadora del 25-S. Sin comprender que ese fracaso,
en el fondo, es un triunfo. Jaque al Rey es la primera
movilización ciudadana exclusivamente para pedir el fin de la Monarquía,
algo que está mucho más extendido en la sociedad de lo que supone el
cortesano Rubalcaba. Incluso en su propio partido, en donde aún quedan
republicanos que, es de suponer, si les resta algo de dignidad, tendrían
que pronunciarse sobre el plegamiento palaciego de su secretario
general.
El PSOE realmente no sabe en dónde está y su declive parece inevitable.
Solo lo frena que no haya otro partido a la izquierda capaz de atraer
los votos de su electorado. Porque IU aumenta, pero no tanto como si
hubiera trasvase de votos. Las razones de ese marasmo son tres:
1ª) La cuestión monárquica. La conversión del PSOE en un partido
dinástico no encaja en la tradición socialista ni en la izquierda en
general. Se argumenta el accidentalismo y se insiste en la primacía de
la democracia y el carácter meramente honorífico de la magistratura.
Pero es un discurso anquilosado, dogmático, falso. La monarquía es
contradictoria con la democracia. Eso se comprueba todos los días con
las excepcionalidades e inmunidades del Rey y su gente. Con el añadido
de que ninguno de ellos son ejemplo de nada y su crédito y prestigio a
los ojos de la ciudadanía andan muy bajos. Que son una vergüenza, vamos.
Vivimos en una crisis devastadora que pone en cuestión principios
tenidos por eternos e irrenunciables. ¿Por qué no la forma de gobierno?
Al situar la Corona fuera del alcance del debate político en España,
Rubalcaba (y, en la medida en que lo siga, también su partido) se alinea
con la derecha más tradicional como soporte fiel de la Monarquía que
instauró Franco, el genocida.
2º) La cuestión catalana. Salvo en la propuesta de reforma de la
Constitución en un sentido federal, no hay modo de distinguir la actitud
del PSOE de la del PP en cuanto a la cuestión catalana. La negativa al
derecho de autodeterminación (que es el fondo real del dret a decidir)
puede incrementar las expectativas electorales del PSOE en España pero
seguramente disminuirá las del PSC en Cataluña. O quizá no mucho. Pero
tampoco el incremento del primero será grande. El voto nacional
español se siente más atraído hacia el PP. Eso de enfundarse ahora en
la casaca federal después de 35 años celebrando la baronías autonómicas
ya no convence ni a las propias bases y prueba que el partido que iba a
vertebrar España ya solo vertebra Andalucía y con ayuda del andador de
IU.
3º) La cuestión del propio Rubalcaba. El secretario general sigue
determinando los tiempos del partido con una deliberada ambigüedad.
Pretende dejar indecisa hasta el final la cuestión del liderazgo para
mantener abiertas sus opciones. Seguramente, lo mejor que puede hacer
para sus intereses que, según parece, son ser candidato a la presidencia
del gobierno, para terminar de hundir al PSOE. Mucho más dudoso es que
también sea lo mejor para los intereses de este y, por encima de él, de
España. Porque, aunque él, en sus cálculos de interés personal lo
ignore, el Partido Socialista era un activo de todos los españoles; no
solo suyo. Ya no.
Cuesta imaginar un sistema de partidos en España sin el PSOE, sobre todo
por la ausencia de alternativas viables; y es muy probable que no se
dé. Pero cuesta mucho menos verlo dejar de ser partido de gobierno. Poca
gente espera en serio un sorpasso el estilo de Anguita, pero es
el temor a dejar de ser partido de gobierno lo que explica el
encastillamiento del partido en el orden constituido. Reforma de la
Constitución, pero nada de proceso constituyente. Nada de nada. Un
arreglillo de taller -como suele bromear el Rey con ese gracejo que
podía meterse donde le quepa-, de cadera... y a tirar otros 35 años con
esta Monarquía de Monipodio, esta tupida red autonómica de caciques,
clientes y ladrones, esta España de corrupción y pandereta en la que los
dos partidos intercambiables se turnan en hacer cabriolas mientras
engañan a la gente.
¿Estoy en un error o el PSOE aún no se ha pronunciado sobre la
reclamación de la justicia argentina de extradición de cuatro presuntos
torturadores del franquismo? Y exactamente, ¿qué va a decir? ¿Que apoya
la extradición de los criminales franquistas o que la transición, como
la Corona y los caciques, no se toca?
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED