martes, 10 de septiembre de 2013

El fracaso del Príncipe / Jaime Peñafiel

De haber conseguido Madrid los Juegos, el príncipe Felipe no solo sería el rostro de la victoria, como hoy es el de la derrota, sino que la prensa española, lo hubiera considerado como un éxito personal del heredero. Y, todos aquellos que andan siempre con la monserga de la abdicación del Rey, lo hubieran utilizado como prueba de que era llegada su hora: la de don Juan Carlos de marcharse; la de Felipe de ocupar el trono. Pues más bien va a ser que no.

La vergonzosa derrota de la candidatura de Madrid, la derrota de España, ha demostrado que “aún le necesitamos como acabamos de ver”, del Pozo dixit. No solo necesitamos al Rey sino que es el único activo de la Monarquía. El único que mantiene en pie la institución, con muletas o silla de ruedas.

Buenos Aires ha demostrado que el Príncipe, a pesar del topicazo de “es el mejor preparado de todos los herederos”, puede que lo esté para representar a su padre, el Rey, para representarle en las tomas de posesión de los Presidentes sudamericanos, pero no para convencer, chalaneando, que España es la mejor. Desgraciadamente no lo es.

Independiente de su timidez, el aspecto triste de personaje de El Greco, no es el más adecuado para enfrentarse con esos tiburones y corruptos miembros del COI. Una periodista cortesana llegó a escribir en su columna que “el Príncipe se merece que ganemos. Por ser como es. Por saber. Por estar. Por representar”. ¡Coño! Se lo merece él pero, sobre todo, España. Lo que no se merecía era perder.

La prensa española es unánime en destacar el “magnífico discurso del Príncipe”. Vale. Pero el discurso era lo de menos. Antes había que convencer a todos los miembros del COI, uno por uno, que Madrid se merecía ser escenario de los Juegos. Ahí es donde don Felipe nada que ver con su padre, el Rey. Seguro estoy que se los hubiera metido en el bolsillo. Incluso a ese corrupto jeque kuwaití que dicen “volcó su voto hacia Tokio”. A ese, el primero. Bien es sabida la magnífica relación de don Juan Carlos con todos los jeques, emires, reyes, reyezuelos y golfos del Golfo.

Como se ha visto, eso de que con su sola presencia agrada, como el antiguo anuncio del coñac Fundador, no funciona. Y qué decir del Presidente del COI, otro triste acaparador de un excesivo e incompetente protagonismo, a quien no le cabe más salida que dimitir y apoyado, únicamente, por la infanta Pilar, otra que tal anda.

Quien me da mucha pena es Ana Botella. El “ABC” le ha castigado con la más cruel de las portadas. ¡Tampoco es eso, querido Bieito! Como si ya no tuviera bastante con su “relaxing cup con leche in Plaza Mayor”, que le ha amargado, para toda la vida.

En el editorial de “El Mundo” se lee: “¡Basta ya de decir simplezas de que la candidatura de Madrid lo hizo todo bien!”.

Y simplezas es decir que “el Príncipe ha abanderado el proyecto como nadie”, según otro medio. ¡Pero si la mayoría de los representantes españoles no saben hablar inglés y los que parece que lo hablan… macarrónicamente! ¡Qué vergüenza!

Larga vida a Su Majestad, que Dios guarde muchos años y a los que piden su abdicación, que les vayan dando…

No hay duda que, como escribe Almudena Martínez Forner, una periodista de “ABC” nada “sospechosa” de ser crítica con la Familia Real sino todo lo contrario, “don Felipe tenía mucho que ganar pero mucho que perder”.

La derrota le ha colocado donde debe estar y de donde no debe salir hasta que tengamos que oír eso de “El rey ha muerto, ¡Viva el rey!”.

Ridícula y cortesana la declaración de Teresa Zabell: “De haber sabido lo que iba a suceder, no hubiéramos implicado al Príncipe”. Si no se le implica en algo que podría haber favorecido tanto a España,… ¿para qué le queremos? Entra dentro de su sueldo.