MADRID.- En El fracaso de la monarquía (Planeta, 2013), su autor, el
abogado y periodista Javier Castro-Villacañas analiza no sólo las
costuras del reinado de Juan Carlos de Borbón y Borbón, sino los errores
de la sociedad y el país que apoyó una estructura de poder que hoy se
debilita cada vez con más velocidad.
Castro-Villacañas propone así una reflexión que coloca en perspectiva la
querencia de la corona borbónica hacia la izquierda en España desde la
restauración hasta la transición, pero también los desaciertos de los
actores políticos en la consolidación de un consenso que ha derivado en
la partidización de la monarquía, principal obstáculo, a su juicio, para
la consolidación de una democracia que necesita, con urgencia, nuevos
actores.
-Vistos lo errores políticos de Alfonso XIII y de los propios
monárquicos durante la segunda república, en el que quedan
completamente de lado. ¿Cómo se plantea la figura de Don Juan?
-Don Juan quería ser rey a toda costa. Él pensaba que al acabar la
segunda Guerra Mundial, Franco se hundiría con Italia y Alemania. Ese es
el momento en que publica el manifiesto de Lausana. Una vez que Franco
se mantiene en el poder tras la contienda, Don Juan intenta camelárselo.
Franco, siendo gallego, no enseña todas sus cartas. Mantiene la
instauración de la monarquía como una incógnita sin fecha de resolución.
En este juego entra posteriormente el Príncipe Juan Carlos. La única
carta que tenía don Juan era ser rey. Don Juan es un fracaso absoluto.
Le traiciona todo el mundo, hasta su propio hijo.
-Vuelvo a la relación entre la izquierda y la monarquía, pero
ahora en el escenario de la transición. Afirma usted que para la
monarquía ésta fue una herramienta, quizás incluso para lavar el pecado
original franquista.
-El juancarlismo es un pacto de poder entre los herederos del
franquismo, con Juan Carlos a la cabeza. Pero con él está todo el
aparato de poder del franquismo (Torcuato, Suárez, Fraga), está el
ejército, está la iglesia. Por otro lado están los nacionalismos y luego
la izquierda, en aquel entonces representada casi exclusivamente por
el Partido Comunista. Se busca y se encuentra ese acuerdo con el PCE,
mientras que el PSOE (después de la muerte de Franco) mantuvo una mínima
tensión, aunque finalmente se decanta a favor de la Monarquía. Sin
embargo, la verdad es que quienes dirigen y organizan la transición son
estos herederos del franquismo, la izquierda se sumó al proyecto
elaborado por Torcuato, Suárez y fundamentalmente el Rey.
-Habla usted también de un papel político pobre de la derecha con respecto a la monarquía.
-La derecha juega un papel legitimador del juancarlismo como régimen
democrático, pero no es una pieza fundamental. Porque el régimen de Juan
Carlos se define por esa querencia hacia la izquierda.
-Para usted, el carácter personalista del Juancarlismo impide cualquier sucesión.
-El juancarlismo es tan franquista en su origen, que será franquista
en su final. Pienso que se morirá en la cama, que no habrá abdicación.
Hay un factor humano que tiene mucha importancia. Hay gente que me
pregunta, ¿cómo se puede hablar del fracaso de la monarquía si lleva 37
años en el poder? Y claro, es ahí cuando respondo: es una paradoja. Es
un éxito personal del juancarlismo. Pero no ha conseguido que ese pacto
originario con la persona se convierta en una aceptación de la
institución de la monarquía.
-A su juicio, ¿es inviable la monarquía sin Juan Carlos?
- Durante los gobiernos de Felipe González, el rey tuvo una
influencia muy importante. También durante el Gobierno de José María
Aznar: nombró ministros, nombró a Eduardo Serra ministro de Defensa. Es
un rey que interviene en política. Es un árbitro que arbitra a favor de
sus intereses, que tiene una querencia política y personal. Este régimen
del juancarlismo será muy difícil que lo pueda heredar su hijo en todos
sus parámetros. Está la posibilidad de que se reformule: que los
juancarlistas pasen a ser felipistas, pero lo veo complicado. Un
príncipe que traiciona a su padre, como lo hizo Juan Carlos con Don
Juan, demuestra una querencia muy grande hacia el poder y aquí está el
factor humano de Juan Carlos de Borbón.
-Sin embargo, el pacto de apoyo hacia la figura del rey se ha resquebrajado, quizás desde antes del caso Urdangarín.
-Yo le doy más importancia a la cacería de Botsuana que al tema de
Urdangarín como suceso que ha debilitado a la Monarquía de cara a la
opinión pública. Desde la transición se creó un pacto: había que
preservar al rey porque él garantizaba el mantenimiento de la
democracia. La pregunta es cuántos Botsuana ha habido en los últimos 37
años. Lo digo como un actuación del rey fuera de la transparencia del
parlamento, de la sociedad y del propio Gobierno. ¿Cuántas actividades
del rey de tipo político y económico desconocemos los españoles?
-Todo apunta, y hay una tendencia de opinión al respecto, a
que la estructura de la transición se está desvencijando y que ha
llegado la hora de reformarla.
-El régimen del 78 está acabado y éste va unido a la monarquía. Y
señalo como responsables de este fracaso al partido socialista, también a
la derecha y a la propia institución monárquica. No es presentable que
los responsables vengan a proponer una reforma y a colocarse en la
cabeza de la manifestación del cambio político. Esta es una crisis muy
profunda, muy radical, muy tremenda. Tendrían que surgir nuevos
actores y no ocurre porque la sociedad española está sedada, pero España
es un país de aguas subterráneas. El mañana en la vida y en la política
es imprevisible y todo puede suceder. ¿Por qué no hay ningún partido
republicano en España?
-Finalmente, ¿dónde está y en qué consiste el fracaso de la monarquía?
-El régimen que nace después de la muerte de Franco prometió a los
españoles varias cosas. Prometió democracia; la reconciliación nacional
entre los españoles y la integración de los nacionalismos dentro del
Estado. Esas fueron las tres ideas fuerza que movieron la transición.
Pero ni hemos conseguido una democracia auténtica, se instauró un
régimen parlamentario que ha derivado en un régimen de partidos con la
corrupción como regla de oro del funcionamiento interno de estos.
Fracasa la reconciliación entre los españoles: está muy agudizado el
debate entre izquierdas y derechas, y ahí Zapatero tiene mucha
responsabilidad con su politización de la memoria histórica. Y el
fracaso más evidente: la integración de los nacionalismos. El gobierno
de Cataluña tiene en su programa la realización de un referéndum de
independencia. En mi opinión los nacionalistas no han engañado a nadie.
El engaño fue de los que pensaron que pactando con ellos los iban a
introducir dentro del sistema. El juancarlismo hizo que el Estado
español dejase de existir en Cataluña y el País Vasco, y ellos tienen
razón cuando afirman que su reconocimiento es pre-constitucional. Hubo
un decreto ley en 1977 de Adolfo Suárez donde el Rey, que tenía todos
los poderes, reconoce la Generalitat provisional y el Consejo General
Vasco a cambio de que se le reconociera como Rey y director de la
operación de la transición. Además la constitución tiene un régimen
territorial abierto, donde la concesión de competencias para las
autonomías no se ha cerrado. Esto unido al carácter parlamentario de
nuestro régimen deja en manos de los nacionalistas, la formación de las
mayorías para designar un gobierno, lo que es suicidio político.