Me asombra comprobar cómo en UPyD, el partido más vinculado a
la regeneración democrática en este país, no se haya planteado aún el
debate interno sobre si apoya a la vigente Monarquía o, por el
contrario, desea el advenimiento de la III República. En sus pocos años
de vida, con un método renovador basado en posicionarse de un modo claro
sobre los temas que interesan a los ciudadanos y cuestionando la base
de nuestras instituciones para salvar lo aún sano en estos tiempos
convulsos, UPyD ha conseguido que todos sepamos cuál es su oferta
concreta a los españoles para salir de esta y adentrarnos en un camino
ilusionante.
Todos sabemos cuál es la posición en este tema del conjunto de fuerzas políticas presentes en las Cortes. De todas salvo UPyD.
Algo que me ha movido a contactar con el partido, trasladando
directamente esta duda en mi condición de ciudadano. Y la respuesta que
he obtenido es esta: “Somos un partido transversal, lo que indica que
aglutinamos muy diversas, y en casos, opuestas sensibilidades en lo
tocante a diversos problemas (entre ellas el de monarquía vs república),
pero que hemos admitido que existen algunos otros, en los que
básicamente coincidimos, muy importantes y, además, muy urgentes de solucionar por el bien de España y todos los españoles. Esta coincidencia, finalmente, nos han unido para solucionarlos, teniendo cada uno que postergar legítimas aspiraciones hasta que solucionemos lo prioritario y urgente”.
Lo comprendo perfectamente, pero no estoy de acuerdo. Esta
sería la respuesta perfecta de un Gobierno de concentración, de unidad
nacional, erigido sobre el consenso para salvar una situación concreta y
dramática. Pero no es la que ha de ofrecer un partido nuevo,
sin responsabilidades gubernamentales hasta el punto de haberse negado a
entrar en ningún ejecutivo autonómico o municipal.
Como ciudadano preocupado por este país, tengo el derecho de
saber si con UPyD, que puede estar llamado a ejercer un papel
imprescindible en la gobernanza de España en un futuro no muy lejano, se
daría algún paso favorable a acabar con la Monarquía de Juan Carlos I.
Eso no es hablar del sexo de los ángeles. No es un debate etéreo o poco
relevante. En un momento de fuerte presión contra el modelo que nos ha
traído más democracia y paz que jamás en ningún otro período de nuestra
historia nacional, pido que se aborde desde ya un debate esencial hoy.
Porque eso es hablar del modo más seguro de que permanezca
nuestra democracia, ni más ni menos. Aunque solo sea por pragmatismo, no
son estos tiempos de experimentos.