miércoles, 16 de enero de 2013

Situación de crisis en La Zarzuela por los correos de Diego Torres que apuntan también al rey

MADRID.- La publicación de los últimos correos difundidos por Diego Torres, socio de Iñaki Urdangarín, provocó una situación de crisis en el Palacio de La Zarzuela, que trató por todos los medios de minimizar las consecuencias de unas revelaciones que intentan apuntar el propio rey don Juan Carlos.

Fuentes con acceso a La Zarzuela, a las que ha tenido acceso El Confidencial Digital, cuentan que el anuncio de que esos correos iban a salir movilizó a los dos principales responsables de la Casa del Rey, el jefe de la Casa, Rafael Spottorno, y el secretario general, Alfonso Sanz Portolés.
De acuerdo con esas fuentes, los dos altos cargos conocieron de antemano las filtraciones que la prensa iba a publicar, y su trabajo inmediato se centró en intentar minimizar las consecuencias, con el objetivo de proteger a los miembros de la Casa Real. Una de las líneas de respuesta fue calificar de inocuos los correos.
Algunos medios informativos optaron por centrar los contenidos de esos mensajes en la persona de Corinna zu Sayn Wittgenstein.

Apuntar al rey

La preocupación de los altos cargos de La Zarzuela es que la marea puesta en marcha por Diego Torres pueda llegar incluso hasta el rey, en un momento especialmente difícil para la institución, como indica la pérdida de popularidad que revelan las encuestas.
Según las fuentes a las que ha tenido acceso ECD, Spottorno ha intentado recabar personalmente información más precisa sobre las implicaciones de los miembros de la familia real en los negocios de Iñaki Urdangarín, con el fin de intentar adelantarse a los acontecimientos y diseñar una estrategia preventiva, de información y de imagen.
Además de otras personas de la Casa, uno de sus objetivos son los propios duques de Palma, que sin embargo no parecen tener muchos deseos de colaborar.
A ese respecto, una figura clave puede ser Carlos García Revenga, secretario de las infantas y que fue tesorero del Instituto Nóos con permiso de La Zarzuela.

Los mensajes de Diego Torres

La impresión que reina en los ámbitos cercanos a La Zarzuela es que la estrategia de Diego Torres (y su defensa) pasa ahora por un dato difícil de rebatir: que Urdangarín cobró por el evento Valencia Submmit de 2004, que la infanta Cristina cobró, que también lo hizo Corinna, y que ella acudió gracias a la mediación del rey.
El ex socio de Urdangarín ha lanzado un aviso: se está produciendo un sesgo judicial, en la línea de descartar de responsabilidades a los miembros y allegados de la Casa Real, en detrimento suyo y de su esposa (algo que le resulta especialmente doloroso). Y está determinado a revertir la situación de indefensión que padece, mediante la difusión a la opinión pública de algunos datos por ahora sólo indiciarios, para, en función de cómo evolucione el caso, exponer datos más comprometedores.
La lectura que Torres pretende hacer, y que se haga en los medios, es que no está disparando por elevación, sino que el rey tiene también algo que ver con la trama. Y que el calibre de la munición de sus correos dependerá del nivel de discriminación que judicialmente le dispensen respecto al que se aplique a Iñaki Urdangarín y a su esposa la infanta Cristina.

La legitimación de nuestra Monarquía / Manuel Mariscal Zabala

Los años están pasando factura al Rey Don Juan Carlos, y no solo físicamente. Las últimas encuestas publicadas sobre la imagen del Monarca y la Monarquía que representa son las peores de su reinado. Así, según publicaba el diario El Mundo el pasado 3 de enero el apoyo a esta institución cae al 54%, mientras que en 1997, según el CIS, esa aprobación era del 70%.

El porqué de estos malos resultados está claro: descubrir su viaje secreto a Bostwana en un momento delicado para las familias españolas, las desventuras económicas de su yerno Iñaki Urdangarín, los diversos tipos de crisis que vive nuestro país, que hace que muchos crean que eliminar esta institución sería un paso más para crear un país más saneado a nivel económico y, por último, la aparición de una nueva generación de españoles que no vivieron los momentos en los que el Rey era el capitán de un barco llamado Transición y que por tanto no presenciaron, es decir, no presenciamos —me incluyo— en primera persona su utilidad y que, muchos de ellos —y en este caso no me incorporo—, tampoco se preocupan por conocer su momento de mayor esplendor (más de la mitad de los menores de treinta años no saben en qué año fue coronado ni quién fue su padre, según una encuesta de La Razón publicada el pasado 6 de enero).

Y en el cómo solucionarlo, entraría en juego un lavado de imagen basado en una mayor transparencia que dejara ver la utilidad y rentabilidad de esta institución. Pero llegados a este punto alguno se preguntará: ¿Y por qué solucionarlo?, ¿por qué no dejarla caer y que sean los años los que determinen el fin de una institución arraigada en la historia de España?.

Y yo, como mero estudiante que siente que la monarquía es uno de los pilares que sustentan la unidad de España, me siento en la obligación de explicar dos o tres razones que hacen que no interdice una España republicana como algo positivo para nuestro país.

España desde su nacimiento ha sido monárquica. Las instituciones evolucionan. Y nuestra Monarquía a lo largo de los siglos ha ido evolucionando hasta convertirse en una institución encuadrada en el ámbito democrático. En Europa hay 10 monarquías, y de ellas la española no tiene nada que envidiar en cuanto a procesos que la legitiman democráticamente, como la apuesta del Rey por el inicio de una transición que significaba libertad y unidad, después de un periodo donde la libertad era una esperanza y la unidad una obligación y no el resultado de una voluntad, el referéndum de 1978 para aprobar la Constitución, que daría lugar a un nuevo sistema denominado "Monarquía parlamentaria", o la noche del 23-F, que todos conocemos bien.

Franco no impuso a su sucesor, solo respetó la línea sucesoria, que determinaba que "Juanito" era el hombre que la historia conocería como el Rey Don Juan Carlos I. Y afortunadamente, éste le desobedeció en su promesa de mantener los principios del Movimiento, y gracias a su carisma y experiencia en “guerras sucias" por el poder supo guiar una transición hacia la democracia sin necesidad de violencia. El Rey depositó todo su poder en unas Cortes elegidas por todos los ciudadanos. Esa es su verdadera legitimidad política y democrática.

Y quiero hacer hincapié en la legitimidad histórica. Así, el 14 de mayo de 1977, Don Juan de Borbón en presencia del ministro de Justicia —Landelino Lavilla Alsina, que actuó como Notario Mayor del Reino— confirmaba la transmisión de los derechos dinásticos en su hijo Don Juan Carlos; y el 22 de junio de 1977, José Maldonado, último Presidente en el exilio de la Segunda República Española procedía en París a la disolución de las instituciones republicanas en el exilio.

Yo defiendo una monarquía parlamentaria que arbitre y modere. Quiero a un Jefe del Estado que nos represente a todos, y más teniendo en cuenta la gran rivalidad política de los españoles. Posiblemente el Jefe del Estado en una república tendría un signo político, defecto que el Rey no posee. Lo que hace que actúe con neutralidad ante decisiones importantes. En una Monarquía parlamentaria el pueblo elige a sus representantes. El Rey nos representa a todos. Más allá de ser de derechas o de izquierdas, somos españoles y como tal, al igual que una bandera y un himno tenemos una figura institucional que nos representa, no de una forma ideológica sino institucional.

Y es precisamente el hecho de que no es puesto por nadie lo que hace que cumpla su función de una forma independiente, arbitral y neutral. ¿Por qué cambiar algo que funciona bien?, ¿estaría la izquierda a gusto con un Rajoy como presidente del Gobierno y un Aznar como presidente de la República?, ¿estaría a gusto la derecha con un Rubalcaba como presidente del Gobierno y como presidente de la República un José Luis Rodríguez Zapatero? Sinceramente creo que no. La Monarquía es algo que se adecua a nuestra historia, no repitamos el mismo error por tercera vez. Como diría Emilio Castelar, Presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República Española: “Que bonita es la República en tiempos de Monarquía”.

El Rey ha simbolizado la unidad y la continuidad de nuestra democracia. Espero que la mayor parte de los españoles siga simpatizando con él y con Don Felipe como Rey de este régimen de libertades. Y es por ello que el caso Urdangarín debe aclararse cuanto antes por el bien de la Casa Real y del prestigio —merecido— de la Corona española, que haya una mayor trasparencia informativa, y un mayor acercamiento al pueblo español. Y como sé que el Rey es humano, y como ser vivo acabará llegándole su hora de dejar una España mejor que la que encontró, quiero recordar que esta institución podrá ser sustituida, pero nunca morirá. Y así finalizo, apelando a la figura del Príncipe Don Felipe, que sabe desde que era un niño su futuro cargo, que está mucho más preparado en todos los sentidos que cualquier político, elegido en muchos casos por enchufe, a dedo o sin estudios.

Será un buen Rey porque sabe que si no lo es, a la mínima, los españoles se lo reclamaran, y en muchos sectores, con crudeza, y no como un presidente de la República, que sabe que su cargo tiene fecha de caducidad. No eliminando parte de unos cimientos hacemos más fuerte ni más seguro un edificio. La Monarquía nos es útil, es barata y el Rey cumple su tarea. No deberíamos desprendernos de un pilar de nuestra historia. Hemos tenido al Rey que necesitábamos, y que posiblemente nos merecíamos, un Rey que nunca deberíamos olvidar por cuanto ha hecho por nuestro país. Como espero sea recordado el reinado de su heredero, el Principie Don Felipe, que presencia el reinado de su padre como su futuro y su leal servicio a España como su destino. 

Las nuevas polémicas de la monarquía española llegan al quiosco

MADRID.- La traición a doña Letizia abre la portada de la revista Lecturas, que publica que las fotos "prohibidas" de su primera boda podrían ver la luz.

Diez Minutos lleva en primera plana otra de las controversias que han rodeado a la familia real española, con el escándalo de corrupción que protagoniza Iñaki Urdangarín y que ahora ha salpicado a Corinna, la supuesta amante del rey.

José García Abad: "Don Juan tenía un resentimiento profundo contra el Rey"


MADRID.- Esta historia comienza en una habitación, a puerta cerrada. Una vidente le había transmitido al rey, por medio del jefe de la casa real,  Fernando Almansa, su convicción de que el monarca no debía dejar de hablar con su padre moribundo. Mientras hablara con él, éste no moriría. 

Siguiendo las palabras de aquella mujer, Juan Carlos se encerró a solas en la habitación de su padre y se desahogó con él, confiándole todo aquello cuanto no había podido decirle y que durante años los mantuvo separados. Son ésas las primeras páginas de Don Juan, náufrago de su destino, el libro donde el periodista y escritor José García Abad (Madrid, 1942) narra la vida de quien llegara a ser hijo y padre de rey, pero nunca rey de España.

Escrito a la manera de un “biopic”, según el propio Abad, el libro se detiene en aspectos y episodios desconocidos de la vida de Juan de Borbón y Battenberg: su relación con el rey Juan Carlos tras la coronación de éste; la coincidencia entre ambos, en un momento determinado, como reyes con cortes paralelas; las brechas que deja en ambos el reinado de Juan Carlos; la mala relación de don Juan con Adolfo Suárez, quien le veía como un peligro para la consolidación de Juan Carlos en el poder. Estos son algunos de los temas que aborda José García Abad y con los que retrata anécdotas y episodios hasta ahora desconocidos.

García Abad, quien ha escrito también La soledad del Rey, Adolfo Suárez. Una tragedia griega, Las mil caras de Felipe González y las novelas Sobra un rey y La reina comunera , elabora una narración basada en la investigación a través de fuentes vivas y documentales, que se vale de la ficción para dramatizar la vida de Juan de Borbón desde su nacimiento en La Granja de Sal Ildefonso hasta su ingreso definitivo en la clínica universitaria de Pamplona.

-¿Qué tanto el lector puede llegar a atenuar esa idea de que Don Juan había sido, como decía Santiago Carillo, el cero a la izquierda más importante de España?
-Lo más novedoso que aporta el libro es la relación de Don Juan con su hijo desde que éste es coronado, que es lo que estaba muy descuidado por los libros que se habían escrito, más centrados en su relación con Franco. Creo que las aportaciones más importantes son las que van de noviembre de 1975 hasta el año 1993, cuando don Juan muere.

-Es justamente en ese momento, en noviembre de 1975, cuando usted refiere que existen dos reyes en España.
-Sí, hay. Existe un bienio hasta que Don Juan renuncia a sus derechos dinásticos, en que hay dos reyes en España. Hay un rey de hecho y legitimado por las cortes constituyentes, que es don Juan Carlos y hay un rey que aceptan muchos monárquicos y es al que le corresponde la corona por ser el heredero de Alfonso XIII, que es don Juan. Don Juan sigue dando audiencias, sigue teniendo una casa real, su propia corte, que él considera la de Juan III,  al tiempo que está Juan Carlos I de España. Es en ese período, que es interesantísimo, donde cuento las relaciones entre padre e hijo.

-Es tirante la relación.
-Sí, lo es. En ese momento, don Juan no puede aceptar que su hijo sea rey por la voluntad de Franco. Había estado forcejeando a lo largo de 40 años, toda su vida política. Él no entiende que su hijo pueda aceptar que se rompan las leyes de la monarquía, que es para él un sistema de sucesión perfectamente fijado. En el caso de don Juan no había ninguna duda de que era él heredero desde el punto de vista monárquico. Él, que durante los últimos años, había criticado el régimen de Franco y que se presentaba como una alternativa democrática, pues no podía aceptar que su hijo fuera el rey franquista, el rey del movimiento nacional .

-¿Sentía don Juan resentimiento contra Juan Carlos?
-Sí. Un resentimiento profundo, sobre todo porque Juan Carlos no le consulta. Cuando Franco le ofrece ser sucesor a título de rey a don Juan Carlos,  él le pide a Franco le deje consultarlo con su padre. Franco le dice que lo decida en ese momento. Juan Carlos  lo acepta. Don Juan consideró que eso era una traición.

-Políticamente hablando, hubo muchas relaciones tirantes con don Juan, entre ellas con Adolfo Suárez.
- Son los momentos de la transición. Los militares estaban muy pendientes si Juan Carlos iba a seguir la trayectoria de Franco o no. Suárez administró esta situación muy delicada para tratar de  ir hacia la democracia sin generar un golpe de Estado y la presencia de don Juan reclamando sus derechos aportaba  más inestabilidad.  Suárez quería afianzar la legitimidad de don Juan Carlos como rey y el propio padre disputándole el trono, lo que hacía era generar más problemas . Sobre eso cuento anécdotas interesantes. Una de ellas, estando don Juan en La Zarzuela, con su hijo y con Suárez, Suárez presume y dice: “De Franco ya no queda nada”. Don Juan le responde: “No es verdad. Quedáis tú y tú”, refiriéndose a Suárez y a su hijo Juan Carlos.

-Cita usted en el libro que don Juan era una “finca que todo el mundo quería alquilar”…
-Desde Hitler, que en un momento determinado le ofrece apoyarle para hacer una monarquía fascista -gente de su entorno tiene conversaciones con gente del entorno de Hitler, pero finalmente lo rechaza-; pasando por Franco, que le dice que si acepta los principios del movimiento le nombra rey -cosa que don Juan reprocha a Juan Carlos, pues hombre, para aceptar los principios del movimiento , ya los podría haber aceptado yo, dice-;  los socialistas con Prieto y demás, que encabeza una especie de coalición antifranquista cuando los aliados ganan la II Guerra Mundial; y también los intentos de los monárquicos franquistas. Está reclamado por los sectores más variados que tratan, como él dice, de alquilarle.
-Existe una cita de José María Gil de Robles hijo, que refiere, según testimonios de su padre, que don Juan era un hombre débil. 
-Sí, eso se ve en las memorias de Gil Robles. Se queja de que don Juan no le planta cara realmente a Franco, de que siempre está esperando que sea Franco quien le dé la corona, y es verdad. Y hay tensión entre ellos, pero hasta un cierto punto. Cuando ve que las cosas pueden romperse, don Juan da marcha atrás. De eso se queja José María Gil de Robles, que le pide que rompa con Franco.

-¿En qué se parecen Juan y Juan Carlos?
-Los dos son cordiales, simpáticos, gente sencilla, llana. Gente muy deseosa de vivir bien, muy hedonistas, los dos son bastante promiscuos con las mujeres. Incluso se parecen físicamente…

-Sobre la relación entre ambos, ¿estaba  tocada de antes, con el accidente en Estoril y la muerte del infante Alfonso?
-Eso afectó en el plano personal. En él y en su esposa, en María de las Mercedes, que a partir de entonces se da a la bebida. Eso fue un trauma familiar tremendo, pero que se limita al ámbito íntimo y personal, lo otro es político.

-¿En el libro cómo está abordado ese tema?
-Se cuenta algún detalle adicional. Se dice que la pistola con la que Juan Carlos mata a su hermano se la había regalado Franco. Se  cuenta que el arma estaba encerrada bajo llave y que como estaba lloviendo y se aburrían, pues convencen a Doña María de que les abra el armario; se cuenta cómo forcejean los dos jugando y de ahí que el tiro tenga una trayectoria rarísima, que pasa por los bordes de la pared y cómo acaba en la cabeza de Alfonsito. Se cuentan más detalles de gente con la que he hablado que vivió aquellos momentos.

-Don Juan sólo reinó muerto: en su tumba, en El Escorial, como Juan III, pero no estaba previsto que esto fuese así.
-Sí, le ocurrió como a Inés de Castro. Es cierto, no estaba previsto. La prueba de eso es que don Juan compra su propia tumba en el monasterio de Poblet. En el libro viene una fotografía del rey delante de su propia tumba, la que él manda a hacer. Esa es la mayor prueba de que él no esperaba para nada ser enterrado en El Escorial, en el sentido estricto no tendría derecho. Esa fue una decisión de Juan Carlos, cuando coloca un mausoleo con el nombre y el título en latín, yo creo que por la mala conciencia por lo mal que trató su padre, no sólo por usurparle la corona sino por el abandono al que le sometió durante su reinado, porque durante un período don Juan no tuvo ninguna representación, ni coche, ni ayudantes, ni un lugar en la mesa cuando viene un jefe de Estado, no era el papel que podía tener el padre de un monarca en otras monarquías. Don Juan solamente tiene el título, aparte del Conde de Barcelona, hasta muy tardíamente, de almirante honorario de la Armada, pero él se queja y dice que cómo va a ir a las recepciones de Palacio, donde le pondrían detrás de los subsecretarios. Todo este tipo de circunstancias le amargan la relación a don Juan, que es una persona muy solitaria.

-¿Qué representa don Juan en la historia reciente española?
-Fue durante muchos años del franquismo una referencia crítica con el régimen. Franco temió más a los manifiestos de don Juan a lo que pudieran hacer los socialistas o los anarquistas, porque además, ningún general monárquico franquista podía llamarle rojo ni mucho menos. Sus reivindicaciones y las cosas que decía realmente le hacían daño. Fue un factor crítico de la dictadura mucho más eficaz que cualquier panfleto comunista.

-¿Cómo cree que finalmente le juzgará la historia?
-Don Juan tuvo muy mala suerte con su imagen. Franco, que controlaba la prensa, le presentaba como un borracho y un masón. Sufrió, por un lado, una versión muy negativa por parte de Franco y una vez que muere Franco, y eso lo señalo en el libro, muchos para hacer la pelota a Juan Carlos, criticaban al padre. Ni en tiempos de Franco ni después de su muerte,  nadie le hace justicia. El libro no deja de tener una posición crítica con Don Juan, por ejemplo cuenta la ruptura con los socialistas, pero creo que Don Juan merecía un tratamiento más justo porque con todos sus fallos fue un hombre coherente y renunció a sus derechos monárquicos. Hijo de Rey, padre de Rey y nunca Rey es una tragedia.