No viven su mejor momento las instituciones españolas. Estos días, el
doble espectáculo que nos ha ofrecido una Corona que, según dicen en el
entorno real, se moviliza para salir del bache, ha sido desolador. Del
mensaje de Navidad solo retendremos el esfuerzo baldío de los asesores
de comunicación por vender una imagen de Monarca renovado y activo,
vestido con un juvenil traje azul eléctrico y sentado sobre su mesa de
trabajo. No hay nada peor que querer convertir una figura en lo
contrario de lo que todo el mundo ve: el Rey es un hombre gastado, que
en los últimos tiempos ha acumulado errores paralelamente a la pérdida
de funcionalidad de su institución. Y la Monarquía hoy solo se legitima
si es útil.
Por si no era suficiente, la Casa del Rey tuvo la ocurrencia de
montar una entrevista a medida de Su Majestad para que la emitiera
Televisión Española. La sensación de regreso al pasado era tremenda: Un
veterano presentador de televisión, que fue estrella en los ya lejanos
tiempos del tardofranquismo y la Transición, para una entrevista como
las de antes, en que no había ni preguntas ni respuestas, el que
respondía no decía nada y el que preguntaba tampoco. Más que acercar la
Corona a la ciudadanía, dejaba constancia de lo que tiene de
contradicción en los términos la expresión Monarquía democrática.
Para completar este retablo restauracionista, el tradicional
espectáculo de la Pascua Militar, una jornada de confraternidad entre
política y milicia, que tiene la virtud de recordarnos cada año el
principal poder que tiene el Rey: es el jefe de los Ejércitos. Se ha
elogiado mucho el cambio en las Fuerzas Armadas, que es indudable si
tenemos en cuenta de dónde venían. Convertir un Ejército golpista en un
Ejército silencioso, discreto y profesional es sin duda una conquista.
Aunque, como me decía hace unos meses una alta personalidad castrense,
puertas adentro todavía quedan secuelas. Basta recordar el malestar que
generó el homenaje que la ministra Chacón organizó a los militares de la
UMD, la única expresión de resistencia democrática al franquismo en el
Ejército.
En cualquier caso, la noticia del acto fue que el ministro Pedro
Morenés se sintió obligado a resaltar que el Ejército “mantiene el ánimo
firme y sereno sin atender a absurdas provocaciones”. Entre la versión
oral y el texto entregado a la prensa había desaparecido la palabra
“absurdas” para calificar las provocaciones. Siempre es sospechoso
cuando hay que alabar a alguien —en este caso a la milicia— por cumplir
con su obligación, porque si se siente la necesidad de hacerlo es porque
se está dando por supuesto que podría no ser así. Pero ciñámonos a la
palabra provocación. Todos los medios lo han interpretado como una
alusión a la reivindicación catalana de la autodeterminación. Podría
pensarse que el ministro se refería a algunas voces que desde la propia
milicia o desde la derecha han apelado al Ejército a defender la unidad
de España. Pero es verdad que han sido voces limitadas y que sería raro
que el ministro les diera carta de naturaleza en un discurso público. En
cualquier caso, en política es más importante lo que se entiende que lo
que es y todo el mundo ha entendido lo mismo: aviso a Cataluña.
¿Desde un punto de vista democrático puede considerarse una
provocación que una amplia mayoría de catalanes hayan expresado en las
urnas la voluntad de optar a un referéndum de autodeterminación? La
posición de Morenés es la misma del presidente Rajoy cuando dice que
está dispuesto a dialogar sobre todo lo que sea dialogable. Es decir, que se invita al diálogo dando por sentado que hay cosas que el presidente da por determinado que no son dialogables.
El solo hecho de plantearlas es una provocación. Provocar: irritar o
estimular a alguien con palabras u obras para que se enoje. ¿Pedir un
referéndum, es decir, expresar la voluntad de manifestarse como sujeto
político es una provocación? Si en vez de asumir que Cataluña plantea un
problema político que hay que tratar políticamente, las aspiraciones de
una mayoría de catalanes se reducen a “una absurda provocación” ¿qué
salida política se ofrece? Convirtiendo el referéndum catalán en una
provocación Morenés no desactiva a la milicia, más bien al contrario,
porque si encuentra natural que los militares se sientan provocados y
les agradece su serenidad, está diciendo que comprendería que no la
tuvieran. ¿La revisión anacrónica de la figura del Rey a la que hemos
asistido estos días forma parte de esta misma estrategia de respuesta:
sembrar el miedo y colocar muros infranqueables?