lunes, 7 de enero de 2013

El rey Juan Carlos y la monarquía, en mala hora / Antonio Casado

Como tentativa de mejorar la averiada imagen del Rey, la entrega televisada del encuentro Hermida-Juan Carlos fue un patinazo en toda regla. Y siento señalarlo como un borrón en relación a los meritorios esfuerzos y la política generalmente acertada de Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, y su equipo, después de haber inspirado, entre otras cosas, el famoso acto de contrición pública y propósito de la enmienda: “Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir”.

Se vienen arriba los republicanos y crecen los partidarios de la abdicación. Abucheo generalizado en las redes sociales, donde se expresan las nuevas generaciones, y paños calientes en la prensa convencional, con un alto grado de resistencia a ver al Monarca como ese juguete roto que asoma en amplias franjas sociales. Ni siquiera se le dio la oportunidad de mostrar su mejor gracia en las distancias cortas: la campechanía. No cabía en el tono formalista, complaciente e impostado de la conversación, que no pasará a la historia del pensamiento político ni de los hechos relevantes de nuestra reciente historia.

La conversación, colgada del 75 aniversario del Rey, resultó afectada y poco creíble. Se quedó en un enésimo repaso a tiempos mejores. Difíciles, pero mejores por su airoso desenlace, tantas veces celebrado. En cambio, sólo hubo faena de aliño para los graves problemas de la España de hoy, incluido el de la desafección monárquica. Si se trataba de acercar la figura del Rey a los españoles para mejorar su valoración, fue una entrevista fallida. Por no decir contraproducente. “Un paso en falso”, en palabras de Gaspar Llamazares.

Para repetir los lugares comunes de los mensajes navideños no hacía falta correr el riesgo de que el Rey acabase siendo juzgado no por lo que dijo de forma desganada, sino por lo que calló: los yernos, los elefantes, las amistades extramatrimoniales, la sucesión, el desamparo de las nuevas generaciones o el creciente desapego de los ciudadanos por la Corona. Nadie se lo preguntó. Y eso es lo malo, que a los españoles les asalta la sospecha de que los toman por tontos, si al mismo tiempo detectan en los dos grandes partidos políticos la misma tendencia a no darse por enterados del desgaste que está sufriendo una institución exenta de la transparencia y ejemplaridad exigibles a todos los servidores públicos. Más significativo en el caso del PSOE, cuyo líder, Pérez Rubalcaba, se ha convertido en un dique ante la marea neorrepublicana de las bases socialistas.

Tampoco han estado muy lúcidos quienes ayer, con motivo de la Pascua Militar, le hicieron decir al Rey que la actual crisis económica actúa como una amenaza a la seguridad. ¿Se refiere a la posibilidad de que, en el desigual reparto de los sacrificios, acaben perdiendo la paciencia los que se llevan la peor parte? Me parece una extravagancia relacionarlo con el mantenimiento de la capacidad militar que garantice una “disuasión verosímil”. Peor que una extravagancia: una provocación.

¿Para cuando la abdicación de don Juan Carlos? / José-Tomás Cruz Varela *

Si su Majestad, a punto de cumplir los 75 años, se tomase la molestia de leer las encuestas, y más concretamente la de Sigma Dos publicada en el diario El Mundo del jueves día 3, posiblemente llegase a la conclusión que lo apropiado sería abdicar cuanto antes en su hijo el príncipe Felipe, para garantizar, entre otras razones, la continuidad de la Monarquía. Quizá sus asesores le oculten esta información para no originarle más disgustos, pero en el fondo y entre ellos, habrán abordado el tema para comentar que el reinado de Don Juan Carlos está tocando a su fin.
 
Tal opinión, a la vista de los resultados del citado  del  sondeo, podría afirmarse que coincide mayoritariamente con la de la sociedad española, que normalmente no juzga arbitrariamente, sino en base a sólidos razonamientos, a tenor de los últimos sucesos acaecidos en la institución monárquica, comenzando por los protagonizados por el propio Jefe de la Casa Real. Según Sigma Dos, la valoración del Rey ha caído  26 puntos con respecto al año anterior. Que cada ciudadano lo interprete como mejor entienda pero los números cantan. Este mismo descenso en el Príncipe solo ha sido de 6 puntos. Es un error considerar el descrédito real por efecto de la crisis, que recae directamente sobre el presidente del Gobierno y sus ministros.

Que el Rey pidiese perdón públicamente por su aventura cinegética en Botsuana, en el fondo a sus súbditos no les pareció ni bien ni mal, de no ser por la gran publicidad que se le dio a la cacería y sus "circunstancias" incluso en las llamadas revistas del corazón; simplemente se limitaron a aceptarlo y punto. Mención aparte merece la desafortunada historia del caso Urdangarín, jocosamente bautizado  con el apelativo de "Hurtangarín", con repercusión directa en su esposa, la Infanta Doña Cristina, presuntamente implicada en las aventuras financieras de su marido. 

Convendría recordar que el olvidado Duque de Lugo, Jaime de Marichalar y exmarido de la Infanta Doña Elena, tras su divorcio, fue desposeído de su título de nobleza e incluso expulsada su imagen del Museo de Cera, en carretilla para mayor escarnio y al mediodía con objeto de poder ser fotografiado. Incompresiblemente, el Duque de Palma sigue manteniendo título y otras prebendas. Hace un año, el 45% de los españoles opinaba que la Casa Real estaba gestionando adecuadamente este vergonzoso caso, y en estos momentos, dicho porcentaje no llega ni al 20%. ¿Es que el monarca no ha percibido estos cambios o prefiere ignorarlo y mirar para otro lado? Sencillamente incomprensible.

Eso de que los reyes no abdican, inoportuna afirmación de la Reina Sofía, carece de sentido. Su Majestad deberá reinar mientras la salud y sus facultades se lo permitan, para tratar de evitar el desprestigio de la institución, pero en el caso Urdangarín, por muchas vueltas y enfoques distintos que se le pretendan adjudicar, solo admitirá el ser juzgado como otro ciudadano mas, con todo el rigor y equidad de la ley. De no efectuarse de tal forma, cabría la posibilidad de que no fuese el Rey quien decidiese abdicar en el Príncipe, sino que serían los ciudadanos quien se lo demanden. Salvando las distancias, algo parecido está ocurriendo en Suecia y nadie se rasga las vestiduras.

La Casa Real podrá aplicar toda la cirugía estética que se le ocurra tal como está pretendiendo, pero España, en estos momentos, necesita algo más que un Rey campechano,  sin restarle ninguno de sus reconocidos y valiosos méritos del pasado que son numerosísimos. Su blandita intervención en el pasado discurso navideño sobre el reto independentista catalán, como Jefe de Estado, no gustó nada a los españoles, por mucho que le presionaran desde La Moncloa.

Monarquía o República será siempre un dilema en España con los consiguientes partidarios y detractores de ambos regímenes. Nadie a estas alturas y con las hemerotecas en la mano y desde la transición, podría negar que la Corona ha aportado gran estabilidad al país, con el consiguiente reconocimiento nacional e internacional. Casi con plena certeza los españoles defendemos mayoritariamente la continuidad de la Monarquía, sin que se demore en exceso la consiguiente abdicación de Don Juan Carlos en su hijo el Príncipe Felipe, con edad, preparación y conocimientos suficientemente demostrados para asumir tan difícil responsabilidad. 

Los datos de la encuesta así lo aconsejan, ensalzando los valores de Don Felipe. Sobre la Princesa Letizia, nada nuevo, en la consulta obtiene unos resultados pobres. Sus apariciones en prensa y revistas esencialmente se limitan a comentar sus "retoques" quirúrgicos y vestuario a los que tiene pleno derecho. Su distanciamiento de los ciudadanos y total ausencia de naturalidad, cae muy mal; algo que en España se define con el aforismo de "se le ve el plumero" o "el pelo de la dehesa", evocando la  novela de don Manuel Bretón de los Herreros, cuya lectura  humildemente podría resultarle de lo más recomendable.

(*) Graduado Social y Máster en Recursos Humanos por ICADE

La Zarzuela dice manejar encuestas que indican una mejora en la valoración de la monarquía

MADRID.- El equipo de La Zarzuela convoca cada cierto tiempo al restringido grupo de periodistas que tienen acceso directo a la Casa (no asisten todos los medios) para comentar asuntos de actualidad, sobre la agenda de la familia real, etc. En la última reunión les comentaron que el rey y la monarquía están recuperando valoración en las encuestas estos últimos meses, aunque no facilitaron datos concretos.

Según ha sabido Monarquía Confidencial, la Casa del Rey maneja habitualmente encuestas de opinión, que sin embargo no está autorizada a dar a conocer porque se trata de sondeos que no ha encargado directamente, y por tanto no son de su propiedad.
Lo que ocurre es que algunas de las grandes firmas demoscópicas suelen introducir en sus macro encuestas una o más cuestiones que tienen que ver con la familia real y con la institución. Se trata de grandes muestras en las que se pregunta de todo, sobre aspectos, de consumo, hábitos sociales, valoraciones de empresas y personas, etc.
Esas firmas tienen el detalle con La Zarzuela de informarles de los resultados que merecen las preguntas que afectan a la monarquía y a los reyes y su familia, y de ahí procede la información que facilitaron a los periodistas.
Las fuentes consultadas confirman que, en efecto, la aceptación del rey y de la institución están recuperando terreno estos últimos meses, después del bache de valoración provocado por el viaje a Botsuana y por las noticias del 'caso Urdangarín'.
Estos últimos días se han divulgado varias encuestas, la más negativa la de Sigma Dos para El Mundo, en la que el apoyo a la monarquía se sitúa en el 51%. Sin embargo, las de El País y de La Razón lo colocan en el entorno del 60%.

Monarquía, ni sexenal / Rafael Loret de Mola *

(...) Hace unos días, el rey de España, Juan Carlos de Borbón, último reducto del franquismo –fue el deplorable “caudillo” quien le ungió en vida de éste para asegurar la continuidad evitando, según supuso, una nueva guerra civil-, quien reverente se postró ante el cadáver del dictador cuyos excesos –sobre todo las matanzas de “rojos” adversarios en cada población hispana-, son motivo de vergüenza, aunque haya quienes prefieran aplicar la amnesia con el pretexto de no recrudecer ni resucitar los “viejos rencores”, para una nación que no parece ver la luz al final del túnel del caos financiero, consecuencia, entre diversas causas, del espejismo del consumismo que el pueblo sintió como un oasis tras muchas décadas de ominosa postración y esclavitud simulada, para caer, de nuevo, en el oprobio de la pobreza sin satisfactores suficientes para una supervivencia digna.
Tal es el drama de los españoles pero también de los británicos, los belgas, los daneses y, en general, los pueblos nórdicos, sometidos todavía al glamour de las familias que se suponen son herencias de la voluntad divina y tienen derecho, sólo por razones de nascencia, a ser tratados como seres superiores y, como tales, intocables... hasta que baten los tambores de las insurgencias y el terror vindicador se apodera de las estancias suntuosas... como sucedió en Versalles bajo el reinado de Luis XVI y la austriaca y despilfarradora María Antonieta.

Lo mismo ahora, no pocos españoles se preguntan por qué debe permanecer la monarquía. ¿Acaso para mantener un costoso símbolo que es más superfluo que real? En el recién extinto 2012 fue evidente que la familia de los Borbones cometieron suficientes excesos para ser deplorables, desde el yerno incómodo, el ex deportista Iñaki Urdangarín, hasta la testa coronada atrapado en una cacería de elefantes con su amante, mientras el pueblo, en general, se debate entre el desempleo y la angustia. Uno de cada cuatro españoles en edad productiva están sin trabajo... además, claro, de los muy bien pagados miembros de la realeza inútil. Nunca había sido tan claro este aserto aun cuando hasta los socialistas hayan tratado de simularlo quién sabe por cuáles causa soterradas.

Alguna vez, el ex presidente “socialista” del gobierno español, Felipe González Márquez, amigo y consejero del mayor multimillonario del planeta, Carlos Slim Helú, respondió titubeante a una interrogante del político mexicano Manlio Fabio Beltrones, actualmente convertido en una suerte de contrapeso hacia dentro del presidente Peña Nieto:

--¿Cómo se puede explicar –cuestionó Beltrones- la fusión de una monarquía con la democracia?
González, el aludido, pareció cimbrarse con el cuestionamiento al que no está acostumbrado en sus territorios ibéricos y, al fin, se animó a responder con una evasiva monumental:
--Pues, la verdad, no lo sé... pero funciona.

¿Por decreto o por comodidad de una clase política que deja a los monarcas hacer su vida con tal de mantener aglutinados a los españoles? Es fama que el propio González, al asumir la presidencia del gobierno en 1982 –manteniéndose por catorce años en la misma, un poco más del tercio del periodo franquista-, le dijo a Juan Carlos:

--Usted, Majestad, diviértase... mientras nosotros hacemos nuestros deberes.

Y tomó el Borbón la invitación a rajatabla dejándose ver en su yate, llamado “El Bribón” como analogía excepcional, como reflejo de la prosperidad de una España incapaz, hasta hoy, de zanjar las tremendas heridas, todavía dolorosas porque se mantienen abiertas, de una guerra sin más sentido que los extremismos facciosos, odiosos, inútiles. ¿Liberales y conservadores?¿Será posible que la humanidad no encuentre alguna salida digna para resolver el enigma de los bandos irreconciliables? Y ya estamos muy avanzados en este tercer milenio (...)

(*) Periodista y escritor mexicano, conocido por ser uno de los más serios críticos del sistema político mexicano. Sus libros contienen información confidencial sobre numerosos actores políticos de México. Jamás ha sido desmentido públicamente.