jueves, 3 de enero de 2013

Alfonso Alonso, portavoz del PP en el Congreso: "Merece la pena seguir confiando en la Monarquía"


VITORIA.- El portavoz del grupo popular en el Congreso de los Diputados, Alfonso Alonso, ha afirmado hoy que la monarquía es "una institución absolutamente clave para la estabilidad" de España y en la que "merece la pena confiar".

Alonso ha hecho esta afirmación en una rueda de prensa en Vitoria al ser preguntado por el desgaste de la Monarquía, según la encuesta que hoy publica el diario El Mundo en la que se indica que el apoyo a esta institución ha caído en España a "un mínimo histórico del 54 %".
El dirigente popular ha reconocido que en situaciones de crisis como la actual todas las instituciones "sufren" pero se ha mostrado convencido de que en el caso de la monarquía española se trata de una situación "coyuntural".
  Alonso cree que en tiempos de crisis, sin embargo, la Monarquía es "clave para la estabilidad" en España.
Por ello ha concluido mostrando su deseo de que el futuro de la Corona española sea "cada día mejor". Y cree que "merece la pena" seguir confiando en la Monarquía.

El apoyo a la monarquía española baja hasta el 54%, el nivel más bajo de la historia

MADRID.- La cacería del Rey en Botsuana, con incidente incluido, y la posible corrupción del duque de Palma, Iñaki Urdangarin, han acelerado el desgaste de la monarquía hasta límites impensables hasta hace unos años, ya que la institución sólo cuenta con el apoyo del 54% de los ciudadanos españoles. Este dato se desprende de una encuesta elaborada por Sigma Dos para 'El Mundo', en la que destaca que la imagen más deteriorada es la del Rey, al que solo el 50,1% de los ciudadanos valora de forma positiva. 

La monarquía tiene las horas contadas o al menos eso es lo que arrojan los datos de una encuesta en la que los españoles, ahora más que nunca, muestran su rechazo al Rey.
El desgaste es claro. Hace un año, Don Juan Carlos era valorado de forma positiva por el 76% de los españoles, mientras que ahora sólo lo hace el 50,1%.
De hecho, el Príncipe supera a su padre en popularidad, ya que el 62,3% le da una buena ‘nota’, cuando hace un año era al revés. Esta tendencia se mantiene así desde abril, cuando el Rey tuvo que pedir perdón por su viaje a Botsuana.
Sin embargo, los españoles se muestran divididos a la hora de decir si desean o no la abdicación del Rey. Así, el 45% se muestra a favor de que Don Felipe tome el testigo de su padre, mientras que el 40% prefiere que por ahora sigan las cosas como están.
Uno de los aspectos que más llama la atención en la encuesta es el rechazo mayoritario de los jóvenes entre los 18 y los 29 años hacía la institución, ya que el 57,8% de los mismos ni siquiera apoya la monarquía como forma de organización del Estado, frente a un 37,3% que sí lo hace.
La encuesta realizada entre el 21 y el 28 de diciembre de 2012 tiene especial importancia porque el CIS, que viene realizando estudios sobre la monarquía desde 1994, por primera vez no preguntó en 2012 a los españoles por la Corona, tras haber suspendido como institución en 2011.
Llama la atención también la buena valoración que por otro lado obtiene la Reina, de la que tienen una opinión positiva el 63,1% de los encuestados y que tiene buena aceptación incluso entre los jóvenes, con un 56%. La Princesa, en cambio, obtiene el apoyo del 51,7% de los encuestados.

Un plató en la Zarzuela / Ricardo Martín *

El discurso real de Nochebuena, cargado de polémica en varias direcciones, da pie a una disección de la realidad política española a caballo entre 2012 y 2013.
 
El discurrir de la grabación del mensaje, al que asistieron una docena de personas ajenas a la Casa Real,  abunda en lo que la inmensa mayoría de los españoles conoce o sospecha:  la familia Borbón ha dejado de ser un entramado de afectos para transformarse en un mapa de relaciones asimétricas como se diría en “clave Maragall”.
 
El Príncipe Heredero estuvo todo el tiempo cerca de Don Juan Carlos, se les ve encariñados y en total sintonía;  forman una pareja que trata de salvar lo que pueda de una  Institución monárquica “tocada” por el desafecto popular. Don Felipe se dirigía a su padre para modular frases del  discurso,  y –según testigos presenciales- hasta que no dio por bueno lo que se había grabado no abandonó el despacho del Rey,  tras un afectuoso saludo entre padre e hijo.
 
La Reina doña Sofía, que en otro tiempo asistía al discurso durante toda la grabación, asomó –literalmente- la cabeza, y apenas permaneció unos minutos en el plató,  los imprescindibles para saludar a la concurrencia. A Doña Leticia ni se la esperaba ni apareció,  marcando una distancia que nadie sabe si es deseada o forzada por Su Majestad. El Rey interrumpió la grabación porque no le gustaba el tono, pero –encontrándose físicamente mejor de lo que todos presumían- leyó de un tirón la mayoría de su discurso.  Con todo, su apariencia saludable de otros tiempos ha dado paso a gestos involuntarios, no preocupantes, al parecer, que denotan su senectud. El rey no se encontraba a gusto en el quicio de la mesa,  como le colocaron sus asesores de imagen, pero en ningún momento  cuestionó el formato que se había decidido.  Acató y se despidió de todos sin alaracas, con oficio y distancia.
 
Las reacciones políticas y mediáticas del “día después” reflejan la incomodidad de las dos derechas (la española y la catalana) con el contenido del mensaje regio.  Para los conservadores del PP y más allá resulta insultante que el Rey no se refiriera expresamente al desafío del nacionalismo catalán reclamando el cumplimiento de las leyes si la Generalitat sigue adelante con la pretendida consulta o referéndum ilegal.
 
La derecha española vuelve a dudar de la “lealtad” del Rey a la Nación,  una Nación que para el PP y la inmensa mayoría de sus votantes está por encima de la Constitución de 1978 y del sistema en que se basa la Carta Magna. Primero Nación, luego Democracia, o lo que toque… Ese es su paradigma.
 
El nacionalismo conservador catalán respondió con despecho y prepotencia al llamamiento del Rey a entenderse con el resto de fuerzas parlamentarias.  Los compromisos del President de la Generalitat con ERC y el desconcierto del electorado conservador catalanista impiden un movimiento de aproximación de CDC al Partido Popular;  y –además-  la cúpula del nacionalismo “convergente” debería saber que la derecha española no va a parar hasta que Pujol y sus herederos –familiares y políticos- pidan un armisticio. Esta vez no habrá componendas.  Al President se le percibe como un prestidigitador que tendrá que ir sacando conejos de la chistera, en permanente huída hacia adelante, o a ninguna parte.
 
El PSOE, dentro del desconcierto reinante, es el que se muestra más próximo al discurso posibilista del Rey. Al no meterse en el “jardín secesionista”, don Juan Carlos pretende que sean los partidos políticos quienes –en un clima de normalidad institucional-  negocien y se comprometan a dar una salida al “problema” por cauces constitucionales y democráticos. El PSOE –y por ende el PSC-  creen que tienen la solución al choque de trenes de las derechas:  federalismo, reforma constitucional y consulta a todos los españoles para respaldar la nueva configuración del Estado. A don Juan Carlos, la fórmula no le repugna en lo absoluto, porque –como recuerda en las audiencias privadas en estos días-  “ la Ley se cambia con la Ley, como se hizo con el tránsito del franquismo a la democracia mediante la Ley de Reforma Política”.
 
El secretario general del SUP (Sindicato Unificado de Policía) insiste:  hay muchos policías en España, y también jueces,  dispuestos a que los Pujol no se vayan de “rositas”.  Sánchez Fornet es un líder sindical de izquierdas, que luchó contra Franco, y que dirige el sindicato más representativo de la Policía Nacional, con notable implantación entre los Mossos.  Seguirán apareciendo informes comprometedores para la cúpula de CDC –advierte- y El País (su periódico de referencia) tendrá que rectificar y alinearse –por una vez- con El Mundo.
 
(*) Ricardo Martín. Periodista y asesor de comunicación