El discurso real de Nochebuena, cargado de polémica
en varias direcciones, da pie a una disección de la realidad política
española a caballo entre 2012 y 2013.
El discurrir de la grabación del mensaje, al que asistieron una
docena de personas ajenas a la Casa Real, abunda en lo que la inmensa
mayoría de los españoles conoce o sospecha: la familia Borbón ha dejado
de ser un entramado de afectos para transformarse en un mapa de
relaciones asimétricas como se diría en “clave Maragall”.
El Príncipe Heredero estuvo todo el tiempo cerca de Don Juan
Carlos, se les ve encariñados y en total sintonía; forman una pareja
que trata de salvar lo que pueda de una Institución monárquica “tocada”
por el desafecto popular. Don Felipe se dirigía a su padre para modular
frases del discurso, y –según testigos presenciales- hasta que no dio
por bueno lo que se había grabado no abandonó el despacho del Rey,
tras un afectuoso saludo entre padre e hijo.
La Reina doña Sofía, que en otro tiempo asistía al discurso durante
toda la grabación, asomó –literalmente- la cabeza, y apenas permaneció
unos minutos en el plató, los imprescindibles para saludar a la
concurrencia. A Doña Leticia ni se la esperaba ni apareció, marcando
una distancia que nadie sabe si es deseada o forzada por Su Majestad. El
Rey interrumpió la grabación porque no le gustaba el tono, pero
–encontrándose físicamente mejor de lo que todos presumían- leyó de un
tirón la mayoría de su discurso. Con todo, su apariencia saludable de
otros tiempos ha dado paso a gestos involuntarios, no preocupantes, al
parecer, que denotan su senectud. El rey no se encontraba a gusto en el
quicio de la mesa, como le colocaron sus asesores de imagen, pero en
ningún momento cuestionó el formato que se había decidido. Acató y se
despidió de todos sin alaracas, con oficio y distancia.
Las reacciones políticas y mediáticas del “día
después” reflejan la incomodidad de las dos derechas (la española y la
catalana) con el contenido del mensaje regio. Para los conservadores
del PP y más allá resulta insultante que el Rey no se refiriera
expresamente al desafío del nacionalismo catalán reclamando el
cumplimiento de las leyes si la Generalitat sigue adelante con la
pretendida consulta o referéndum ilegal.
La derecha española vuelve a dudar de la “lealtad” del Rey a la
Nación, una Nación que para el PP y la inmensa mayoría de sus votantes
está por encima de la Constitución de 1978 y del sistema en que se basa
la Carta Magna. Primero Nación, luego Democracia, o lo que toque… Ese es
su paradigma.
El nacionalismo conservador catalán respondió con despecho y
prepotencia al llamamiento del Rey a entenderse con el resto de fuerzas
parlamentarias. Los compromisos del President de la Generalitat con ERC
y el desconcierto del electorado conservador catalanista impiden un
movimiento de aproximación de CDC al Partido Popular; y –además- la
cúpula del nacionalismo “convergente” debería saber que la derecha
española no va a parar hasta que Pujol y sus herederos –familiares y
políticos- pidan un armisticio. Esta vez no habrá componendas. Al
President se le percibe como un prestidigitador que tendrá que ir
sacando conejos de la chistera, en permanente huída hacia adelante, o a
ninguna parte.
El PSOE, dentro del desconcierto reinante, es el que se muestra más
próximo al discurso posibilista del Rey. Al no meterse en el “jardín
secesionista”, don Juan Carlos pretende que sean los partidos políticos
quienes –en un clima de normalidad institucional- negocien y se
comprometan a dar una salida al “problema” por cauces constitucionales y
democráticos. El PSOE –y por ende el PSC- creen que tienen la solución
al choque de trenes de las derechas: federalismo, reforma
constitucional y consulta a todos los españoles para respaldar la nueva
configuración del Estado. A don Juan Carlos, la fórmula no le repugna en
lo absoluto, porque –como recuerda en las audiencias privadas en estos
días- “ la Ley se cambia con la Ley, como se hizo con el tránsito del
franquismo a la democracia mediante la Ley de Reforma Política”.
El secretario general del SUP (Sindicato Unificado de Policía)
insiste: hay muchos policías en España, y también jueces, dispuestos a
que los Pujol no se vayan de “rositas”. Sánchez Fornet es un líder
sindical de izquierdas, que luchó contra Franco, y que dirige el
sindicato más representativo de la Policía Nacional, con notable
implantación entre los Mossos. Seguirán apareciendo informes
comprometedores para la cúpula de CDC –advierte- y El País (su periódico
de referencia) tendrá que rectificar y alinearse –por una vez- con El
Mundo.
(*) Ricardo Martín. Periodista y asesor de comunicación