sábado, 10 de noviembre de 2012

Paul Preston: «En un país de crispaciones como España, la Monarquía es una valiosa jefatura neutral»


LONDRES.- «Qué cabrón», exclamó Don Juan al leer la carta de Franco, llena de inquina y rencor, en la que le informaba de la elección de su hijo Juan Carlos como sucesor en la Jefatura del Estado. 

Lo cuenta el historiador e hispanista británico Paul Preston (Liverpool 1946), con su virtuosa capacidad de convertir la reconstrucción de los grandes momentos de la Historia de España en narraciones íntimas pegadas al factor humano. En la cocina de su casa al norte de Londres, el director del centro Cañada Blanch de estudios españoles de la London School of Economics se declara republicano «intelectualmente», pero defensor de la Monarquía en Gran Bretaña y en España por su «papel estabilizador». Una bandera tricolor y varias tazas de aniversarios de las Brigadas Internacionales dan cuenta de su corazón republicano. Pero su biografía sobre Juan Carlos I, «El Rey de un pueblo», publicada en 2003 y actualizada ahora en la editorial Debate, no deja dudas sobre su admiración por el Rey, opina 'Abc'. 

—Su libro muestra una gran empatía con esa infancia y juventud en la soledad del Rey. ¿Qué siente hacia Juan Carlos I y cómo ha evolucionado su visión de él?
—Una de las cosas que aprendí escribiendo la biografía de Franco [1994] fue descubrir que lo que más me gusta es escribir sobre personas. Pero además, aprendí que la buena biografía es la que transmite al lector la ilusión de haber conocido al personaje y, para ello, el propio autor debe crearse esa ilusión a sí mismo. Por mis estudios sobre la Transición ya tenía una visión muy positiva del Rey, pero lo que cambió profundamente mi punto de vista fue ir dándome cuenta, a medida que avanzaba en mi investigación, de lo horribles que habían sido su niñez y su adolescencia por la soledad, la falta de cariño y el sentimiento de ser un peón en un juego de otros. Yo, a pesar de las apariencias, también fui niño, tengo hijos, y fui criado, al ser huérfano, con mucho cariño por mis abuelos, y este contraste juega un papel. 

—¿Cómo fue esa infancia?
—El momento emblemático para mí es aquel viaje horrible que hace en noviembre de 1948, con diez años, en el Lusitania Express, cuando entra en España por primera vez solo, rodeado de señores mayores vestidos de negro que debían de parecerle siniestros. Ni siquiera tuvieron el gesto de dejar pasar al niño a la locomotora a conducir los mandos, placer infantil que dejaron que monopolizara el duque de Zaragoza. 

—¿Qué destaca de su juventud?
—Estuvo sometido a un doble lavado de cerebro. Por un lado, el de la familia, que es comprensible. Don Juan de Borbón piensa, porque es su deber pensarlo, que la misión más importante es recuperar el trono. El otro lo realiza Franco, que piensa en garantizar la continuidad del régimen. Y entre esos dos procesos de lavado está la tortura psicológica que le hace Franco de si le nombra o no sucesor, lo que genera inseguridades en el joven príncipe. En los últimos diez o quince años de franquismo, ya le está entrenando para ser sucesor de Franco. Cuando Franco dijo aquello, en referencia a su sucesión, de «todo está atado y bien atado», lo que quería decir es que Juan Carlos estaba atado. Un gran motivo de admiración es cómo el Rey se libra de todo esto, cómo reconoce que una Monarquía franquista solo podría sobrevivir vertiendo mucha sangre y opta por una vía democrática. 

—¿Desarrolló Franco sentimientos de «abuelo» hacia Juan Carlos o todo era parte de su típico cinismo?
—Con Franco nunca hay un solo motivo para las cosas. Franco siempre añoró tener un niño y, a medida que le trataba, desarrolló un auténtico cariño hacia Juan Carlos. Pero trabaja siempre dentro de su visión franquista de un Rey nombrado a dedo para mantener la continuidad del régimen. Franco trató a la familia Borbón con una malicia muy pensada, pero mantuvo siempre una duplicidad porque una de las cosas que le garantizaba la lealtad de muchos altos oficiales del Ejército era la promesa de restaurar la Monarquía. Todo su juego con los diferentes candidatos al trono y su decisión final de nombrar a Juan Carlos y no al heredero natural, que era Don Juan, eran una manera de decir que estaba por encima de la Familia Real. 

—¿Cuánto de la transición democrática tiene ya en la cabeza Juan Carlos cuando se convierte en Príncipe en 1969, a los 30 años?
—Creo que muy poco. El mérito del Rey es enorme en hacer de la Transición una transacción entre las fuerzas más moderadas de la izquierda con las fuerzas más progresistas del régimen. Asegurar que esa transacción fuera posible sin intervención militar es indudablemente mérito del Rey. Pero aquel gran montaje teatral que fue la Transición tuvo tres protagonistas: un empresario, el Rey; un guionista, Torcuato Fernández-Miranda; y un actor principal, Adolfo Suárez. En el 69, hasta entonces él había pensado que su misión era asegurar la vuelta de su padre al trono, hasta que asume que la familia está por encima y acepta que será el heredero. En ese momento, empieza a pensar en cómo va a conservar un trono que recibe de manos de Franco. En esa reflexión tuvo muchos «inputs», y entiendo que tuvo contactos con la Familia Real griega, la británica, con muchos diplomáticos, con su padre y con sus asesores y tutores, como Torcuato Fernández-Miranda o Carlos Ollero. El mérito del Rey es absorber todas esas opiniones y tomar la decisión que tomó.

—Forzado por la Historia, llega al trono dentro del franquismo...
—Sí, atraviesa un proceso de incremento de legitimidad: empieza siendo Rey por gracia de Franco, recupera la legitimidad dinástica de manos de su padre, y luego adquiere la legitimidad popular en la Transición, lo que le convierte en un caso único entre los reyes del siglo XXI. Es un hombre que crea su propia legitimidad. No sé si en su fuero interno era ya un demócrata convencido o un realista convencido de que tenía que ser demócrata, no lo puedo decir. Pero me da igual porque tomó la opción que tomó, ser Rey de todos. 

—¿Es diferente la soledad de un joven Rey con el futuro por delante a la de un soberano al final de su reinado, con su familia sumida en problemas?
—La vida de Juan Carlos I, como mínimo hasta el 82, fue una vida de sacrificios y de entrega al servicio de su pueblo. Después del 23-F no empieza el «descanso del guerrero» sino que comienza el terrible oficio de ser Rey. Después de una vida de entrega, ya cansado, debe de haber algún sentimiento del tipo «yo merezco alguna recompensa». 

—¿Ve algún paralelismo entre Isabel II y el Rey Juan Carlos?
—Veo diferencias importantes. Isabel II es una persona bastante fría, muy consciente de la dignidad de su posición, mientras que Don Juan Carlos es un hombre muy afable. Esto es una ventaja, pero acarrea también el riesgo de estar abierto a más personas, y a más tentaciones. Al ser el Príncipe Felipe una persona más fría, carece del don de gentes de su padre pero creo que lo que a primera vista parece una desventaja puede ser una ventaja que le sirva para mantener las distancias, como Isabel II. 

—¿Cuál cree que es la mejor forma de Estado en una España que usted define como «país de crispaciones»?
—Intelectualmente, soy republicano. Pragmáticamente, no necesariamente. En Inglaterra tenemos el dicho de «si funciona, no intentes arreglarlo». La Monarquía británica aporta estabilidad, por lo que hasta que no haya una crisis es mejor no tocarla. En España, es conocido que tengo fuertes simpatías hacia la Segunda República porque, en general y a pesar de sus errores, fue un instrumento de progreso y democracia para los españoles. Pero pienso lo mismo del papel del Rey Juan Carlos. No veo contradicción. En un país cuyo sistema político es bastante tóxico -se notaba menos en épocas de prosperidad pero ahora se nota mucho-, la Monarquía ofrece una Jefatura de Estado neutral. Es un servicio muy importante que puede aportar la Monarquía a España. Es algo que ha hecho muy bien Don Juan Carlos, y que confío que haga el Rey Felipe.

El hispanista Paul Preston actualiza su biografía del Rey Juan Carlos con los acontecimientos de los dos últimos años


LONDRES.- El hispanista británico Paul Preston ha reivindicado el trabajo diario del Rey Juan Carlos y su importancia como figura "neutral" en la política española con motivo de la edición revisada de su biografía del monarca. La nueva versión del libro 'Juan Carlos. Un rey del pueblo', cuya primera edición se publicó en 2003, actualiza la obra con los acontecimientos ocurridos en torno al monarca en este tiempo en el que "su imagen ha cambiado mucho".

"Es comprensible que la gente se moleste con episodios como el caso Urdangarin y la cacería del elefante, pero sigo diciendo que, a pesar de todo eso, la contribución de la monarquía políticamente sigue siendo fundamental", ha señalado Preston en una entrevista. El hispanista, que es también autor de una biografía de Franco y está especializado en la historia de España de los años 30 del siglo XX, consideró que "ser monarca es un trabajo duro".
"Los británicos son bastante conscientes de eso, por lo que Isabel II es tan popular, pero en España aunque se apreció el papel heroico y de bombero de la democracia del Rey durante la transición, no se valora la horrible tarea de la rutina y la representación que ejerce a diario", explicó el historiador en un perfecto español.
Preston, que no se considera monárquico pero sí un gran admirador de Juan Carlos I, repasa en el último capítulo de la biografía el periodo desde 2003 hasta la actualidad, que titula 'Los peligros de la rutina o el auge del Fénix'. El historiador considera "lógico" que se olvide el papel "heroico" del Rey en la transición, que de por sí "ya justificó la legitimidad de una monarquía nueva creada por Franco".
Sin embargo, el autor, que explicó que el Rey ha pasado de tener un papel político a uno meramente institucional, tiene la impresión de que en España "nunca se ha valorado la aportación de la monarquía como una jefatura de Estado neutral en un país muy crispado". "Además de toda la inestabilidad que supondría el paso a una tercera república, su presidencia nunca estaría en manos de alguien neutral", apuntó el autor de 'El holocausto español' candidata este año al premio Samuel Johnson de ensayo en el Reino Unido.
 
La parte más personal
Con 'Juan Carlos. Un rey del pueblo', el historiador se adentró a lo largo de 600 páginas en su niñez en el exilio, la adolescencia en el franquismo y "todo lo que el monarca pasó para llegar al trono", algo que le generó personalmente "mucha simpatía por el personaje". La biografía, cuya edición revisada se publica ahora, analiza además el papel del Rey, una persona con un "altísimo sentido del patriotismo", desde la muerte de Franco hasta el golpe de Estado del 23-F. "Me interesa mucho la parte personal, creo que la historia está hecha por seres humanos, pero además quería hacer una versión honesta de su papel histórico en la transición, periodo en el que tuvo una labor muy importante", apuntó.
Como británico, Preston no puede evitar las comparaciones con la en estos momentos saludable monarquía del Reino Unido, en niveles de popularidad récord y que "cuenta con la ventaja de estar mucho más asentada gracias a una larga tradición", según el historiador. Preston recordó que cuando hizo la investigación para la biografía de Juan Carlos I en los años 90, en el Reino Unido la monarquía era objeto de la hostilidad de los medios y "parecía anticuada y corrupta". "Sin embargo, en ese momento, la monarquía española parecía intocable y moderna. Ahora es al revés", algo a lo que, según el hispanista, han contribuido mucho los medios de comunicación.
"Durante mucho tiempo en España era tabú hablar mal de la Familia Real y, cuando finalmente se rompió, había un hambre acumulada de años", explicó Preston, que prepara ahora una biografía sobre otra figura clave de la transición, el líder comunista Santiago Carrillo.

“El Rey Juan Carlos ya no es el bombero de la democracia”, según su biógrafo británico

LONDRES.- Empotrado en la London School of Economics, el Centro Cañada Blanch es un pedazo de España en el corazón de Londres. Rodeado de un millón de libros, su director, el hispanista Paul Preston, recibe allí al periodista para comentar la edición actualizada de su biografía del rey de España, Juan Carlos. El rey de un pueblo. Aunque la primera edición, publicada hace tan solo 10 años, está aún fresca, la rapidez con que se están sucediendo los acontecimientos en España, con la monarquía y en particular la figura del propio monarca en entredicho, le han obligado a añadir un capítulo en el que aborda el deterioro de la imagen de Juan Carlos I.

Un deterioro que a él no le ha hecho cambiar de opinión ni sobre la figura del rey ni sobre el papel de la monarquía española. “En todo momento he intentado ser justo: no he dicho que no iba a cazar elefantes o que no conociera a ninguna princesa alemana. Eso está ahí. Pero creo que al final sigue siendo un retrato favorable. ¿Y eso por qué? Porque yo, que no soy monárquico, creo que debido a la crispación y todo eso la monarquía constitucional tiene un papel primordial para la democracia en España”, asegura a 'El País'.
“Igual me equivoco, pero creo que si ahora mismo hubiera una república, con los odios y las crispaciones que hay… ¿Quién sería el presidente? O Aznar, o Felipe, por ejemplo. Imagine lo que eso supondría. No oculto que admiro a Felipe, pero dado el nivel de crispación, lo que ofrece la monarquía es una jefatura de Estado neutral. Y eso es fundamental. Y por eso estoy más dispuesto a decir que si se pueden arreglar los problemas, mejor. Sé que diciendo esto voy a disgustar a mucha gente, pero la monarquía todavía es muy importante. Quizás en el futuro no, pero en este momento sí”, sentencia.
Preston no solo piensa así por pragmatismo. Aunque rechazó la posibilidad de entrevistar al Rey para no perder su independencia como autor, al indagar en el pasado del monarca fue descubriendo las dificultades por las que pasó. “Para hacer una buena biografía hay que crear la ilusión de haber conocido al personaje. En el caso de él podía haberlo conocido, pero no quise para no sentirme cohibido. Y mientras escribía pensaba ‘pero qué vida ha llevado ese chico, cuántas cosas le hicieron en su familia’. Le utilizaron como un peón en el juego de ajedrez de restablecer la monarquía. Y lo pasó muy mal. Luego yo creo que tuvo un papel realmente heroico durante la transición. Finalmente, o sea, a partir de los años ochenta, el Rey Juan Carlos ya no tiene esas urgencias, ya no es el bombero de la democracia, pero sigue trabajando mucho, sobre todo como embajador de España, difícilmente se le puede criticar por buscar finalmente algún premio de cariño, alguna amiga. No es que me parezca bien, pero lo puedo entender”. Aunque no lo dice de forma tan directa, Preston parece insinúa que don Juan Carlos está muriendo de éxito: su reinado perdió contenido con la consolidación de la democracia. “Quise escribir su vida con dos finalidades. Una era recrear el personaje, sus sufrimientos, cómo era de niño y de adolescente, de adulto. Y lo segundo era hacer la historia de alguien que había tenido un papel histórico muy importante. Lo que pasa es que entre 1982 y 2002, cuando terminé el libro, ya no me interesaba tanto: era un poco como la reina de aquí: un rey ceremonial”.
Otra de las paradojas es que hace veinte años, la monarquía española era un ejemplo de modernidad, austeridad y popularidad. Todo lo contrario de lo que ocurría con la monarquía británica. Ahora, Isabel II es más popular que nunca. El hispanista ve matices en esa comparación. “En los noventa yo tenía una columna en ABC y recuerdo que una vez dije que la monarquía de Juan Carlos era de moto BMW y la de Isabel II era de carruaje de oro del siglo XVIII. Y en ese momento parecía así. Yo de las operaciones financieras del Rey no tengo ni idea porque no soy periodista de investigación y lo mío, además, son los treinta. Pero hay que tener en cuenta que la reina es una latifundista enorme. Sabemos del dinero asignado por el bolsillo público pero se sabe muy poco sobre la fortuna inmensa de los reyes británicos. La reina es una de las mayores fortunas del mundo y supongo que eso le hace más fácil mantenerse dentro del presupuesto. Aún y así, ¿cuánto han tardado en pagar impuestos?”.
“Está también la diferencia hombre/mujer: un hombre suele tener más tentaciones digamos románticas”, añade. “Si ha habido problemas de ese tipo en la familia real británica han venido del duque de Edimburgo. Luego, el tipo de tentación en la que ha caído Urdangarín la hemos visto con el príncipe Eduardo y su ex mujer. Me cuesta creer que el rey sea cómplice de las cosas que han pasado a sus espaldas. Pero tantos años de adulación tienen que afectar a cualquiera”, admite. “Hay también diferencias de personalidad. Isabel II es una persona muy fría. Si no sabes de caballos o perros, no hay conversación. Y el rey es tan afable y abierto que tiene más posibilidades de que le llegue la adulación”.
Cataluña ocupa buena parte de la conversación. “Soy hispanófilo, pero hay regiones españolas que me interesan más que otras; Cataluña primero, aunque soy también forofo de Andalucía. Hablar de independencia me parece una locura. Económicamente no favorece ni a Cataluña ni a España. Por lo demás, entiendo que es una nación, con su propio idioma, con una cultura muy definida y muy rica. Y entiendo que le molesta mucho el tratamiento que recibe de Madrid. Y creo que la situación es insostenible. Pero la solución no es independencia”.

Perlas cultivadas

Estas son algunas perlas del nuevo capítulo que Paul Preston ha añadido a su libro sobre el Rey publicado hace una década.
"Los elefantes y la princesa alemana se habían unido para romper un dique mediático que ya hacía agua”
"La monarquía se cuestiona más que antes por la cada vez mayor influencia de los independentistas"
"El peligro para la monarquía no era tanto la presión republicana sino los errores de los miembros de su familia”.

La princesa doña Letizia introduce el pote en Zarzuela

OVIEDO.- En La Zarzuela el pote se cocina estos días con hortaliza y embutido de Bueño. La princesa Letizia aprovechó su reciente visita a la localidad asturiana, con motivo de la entrega del premio "Pueblo ejemplar", para pedir con toda naturalidad a una vecina, Anita Fernández, hortaliza de su huerta para preparar uno de sus platos favoritos en palacio. En la bolsa que se llevó no faltaron dos buenas ristras de chorizos y morcillas de gochu casero para entrar en calor este otoño.

Todo surgió a partir de una conversación entre la mujer y la futura reina de España sobre cocina bajo uno de los hórreos de la localidad. "Le estábamos mostrando una cesta con productos autóctonos y a doña Letizia le llamó la atención la harina. ¡Qué bien, para hacer las fariñes!, nos dijo, a lo que yo no pude contenerme y le pregunté: ¿Pero tiene quién se las haga? Las hago yo, ¿de dónde cree que vengo?, me respondió rotunda la princesa".
Pero la charla no terminó ahí. Llegó el turno de alabar la hortaliza de Bueño y la princesa no dudó en preguntar a la vecina si podría darle unas berzas si su huerta no estaba demasiado lejos para preparar un buen pote, "porque me encanta".
"En ese momento don Felipe bromeó diciéndole que allá donde iba siempre estaba pidiendo", relata Anita, que corrió a su casa para hacerse con las berzas más reales de la huerta. "Corté las mejores y fui al congelador para buscar dos ristras de chorizo y otras de morcilla curiosas para que llevara el compango de casa, que es imposible comprarlo en Madrid y con otro no sale bien el pote".

Urdangarin y la infanta Cristina asisten a un partido del Barça de balonmano

BARCELONA.- Iñaki Urdargarin y su esposa, la infanta Cristina, han acudido hoy al derbi catalán de balonmano entre el Barça Intersport y el Fraikin Granollers, disputado en el Palau Blaugrana de Barcelona y que se ha saldado con victoria local.

Los Duques de Palma han asistido junto a sus hijos al partido del que fuera su equipo como jugador profesional, aunque no han seguido el encuentro desde el palco de autoridades, sino desde sus localidades habituales.
Jugador del Barcelona durante catorce temporadas, entre 1986 y 2000, el club catalán retiró su dorsal número "7" y actualmente su camiseta aparece colgada en uno de los muros del Palau, junto a la de otros mitos de las secciones azulgranas. Urdangarin también fue el capitán del equipo.

El Rey trabaja de tapadillo en la cuestión catalana pero empleandose muy a fondo

MADRID.- En los últimos días, en torno a una decena de empresarios catalanes han pasado por el Palacio de la Zarzuela. Son encuentros totalmente secretos, de los que no se quiere hacer publicidad, pero en los que el Rey está especialmente involucrado, según revela ECD..

Entre los grandes empresarios que han visto ya al rey se encuentran José Manuel Lara, de Planeta, Isidre Fainé, La Caixa, Josep Piqué, Vueling, y Javier Godó, del grupo Godó.
A don Juan Carlos le preocupa, y así lo expresó en la carta que se publicó en la web de Casa Real, la deriva independentista que, previsiblemente, adoptará Artur Mas después de la cita con las urnas. De ahí que esté intentando convencer a estos empresarios para que se expresen públicamente en contra de los planes del líder de CiU.
En esas entrevistas privadas, el mensaje del rey ha sido animar a los directivos catalanes a dar el paso de oponerse a Mas.
A don Juan Carlos también le inquieta especialmente que todo el esfuerzo de la Corona y el Gobierno por tratar de relanzar la marca España en el extranjero se vea empañado por las disputas entre Barcelona y Madrid a cuenta de la independencia de Cataluña.
Las fuentes conocedoras de estos contactos en La Zarzuela explican que el monarca también está queriendo conocer, de primera mano y de boca de tan cualificados interlocutores, cuál es el sentir general de los catalanes respecto a la independencia, así como saber qué sensaciones están palpando los empresarios en la calle.
Don Juan Carlos también pregunta a los empresarios cuál es el sentir real de la calle en Cataluña. Es decir, qué es lo que opinan los ciudadanos más allá del ruido mediático que provocan los planes de Artur Mas.